Hemos leído con gran interés los estudios de Rubio García et al.1. y García González et al.2, cuyo tema común son las lesiones no intencionales.
Según la Organización Mundial de la Salud las lesiones no intencionales son responsables de alrededor 830.000 muertes anuales en niños y adolescentes, cuyos costes directos rondan los 4.000 millones de euros. Las causas más frecuentes son accidentes de tráfico, ahogamientos, quemaduras, caídas y envenenamientos/intoxicaciones. Los envenenamientos e intoxicaciones suponen un subgrupo importante entre las lesiones no intencionales, siendo los tóxicos más comúnmente identificados los productos del hogar, los fármacos y, en menor medida, pesticidas y mordeduras de animales3. Si bien en la infancia el mecanismo es casi exclusivamente accidental; en la adolescencia el patrón se va asemejando más al del adulto, ya que los casos de intoxicación no accidental aumentan como resultado del uso recreacional de sustancias psicoactivas pero también de eventos autolíticos. Así pues, como señalan Rubio García et al. y García González et al., la prevención de lesiones no intencionales es una prioridad de salud pública y un deber para los pediatras1,2.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es el trastorno del neurodesarrollo más frecuente, con una prevalencia mundial del 3-5%. Un reciente metaanálisis4, en el que se combinaron datos de aproximadamente 350.000 niños y adolescentes con TDAH y 4.000.000 sin TDAH, ha destacado su papel como factor de riesgo para presentar una lesión no intencional (OR = 1,53; IC del 95% = 1,47-1,67), así como el efecto protector que ofrece la medicación estimulante frente a este riesgo (riesgo relativo 0,879, IC del 95% = 0,838-0,922).
Así mismo, el haber presentado un episodio de intoxicación supone un riesgo añadido de tener un nuevo episodio. Señalan García González et al. que el 60,9% de las intoxicaciones en su estudio eran no intencionadas, si bien en el grupo de episodios repetidos aumentaba el porcentaje de intención suicida/maltrato hasta un 59,1% frente al 14,9% del grupo con solo una intoxicación2. Consideramos muy interesante valorar la comorbilidad médica y psiquiátrica como factor de riesgo de intoxicación en este tipo de estudios. Por un lado, la existencia de enfermedades médicas puede suponer un mayor acceso a la medicación, pero por otro lado va a asociarse a una mayor carga psicológica de enfermedad que puede hacer más proclive al individuo a una intoxicación intencionada o accidental. Por tanto, la presencia de TDAH es un factor de riesgo para lesiones no intencionadas y posiblemente también para intoxicaciones accidentales o intencionales, que es pocas veces tenida en cuenta en pediatría En este sentido, nuestro grupo también está llevando a cabo un metaanálisis para estudiar la relación entre el TDAH y riesgo de envenenamientos/intoxicaciones (registro en PROSPERO CRD42017079911; https://www.crd.york.ac.uk/prospero/display_record.php?RecordID=79911). En resumen, un mayor conocimiento de la relación entre el TDAH y las lesiones no intencionales, incluyendo intoxicaciones, puede ayudar a tomar decisiones clínico-terapéuticas más acertadas, así como para establecer las medidas de prevención más adecuadas en este tipo de pacientes.
FinanciaciónAyuda de investigación 89/2016 del departamento de Salud del Gobierno de Navarra cofinanciada al 50% por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER 2014-2020).