Los autores del artículo «Cribado universal de la infección por citomegalovirus en prematuros de menos de 1.500g»1 hacen una excelente revisión sobre el rendimiento de las pruebas diagnósticas para la infección por citomegalovirus en los recién nacidos. Sin embargo en el artículo se habla de la necesidad de realizar estas pruebas diagnósticas como cribado en todos los menores de 1.500g, independientemente de si presentan clínica o no. El trabajo viene firmado por el Comité de Estándares de la Sociedad Española de Neonatología y, por tanto, la recomendación de cribado debería seguirse por todas las unidades neonatales españolas.
La OMS define cribado como «la aplicación sistemática de una prueba para identificar a individuos con un riesgo suficientemente alto de sufrir un determinado problema de salud como para beneficiarse de una investigación más profunda o una acción preventiva, entre una población que no ha buscado atención médica por esa enfermedad»2. El cribado es una medida de prevención secundaria; su finalidad básica es disminuir la incidencia de complicaciones derivadas de una enfermedad. Por tanto, para que una enfermedad sea susceptible de cribado, una de las condiciones que debe cumplir es que el tratamiento en el estadio presintomático debe reducir la mortalidad o las complicaciones frente al tratamiento tras la aparición de los síntomas3.
Respecto a la infección por citomegalovirus de los niños con un peso menor de 1.500g, hasta el momento son muchos los interrogantes y pocas las respuestas. Como se resume en un trabajo publicado recientemente4, en algunos estudios se ha mostrado que la evolución de los niños infectados es peor, en otros que es igual y en otros que el riesgo mayor es de hipoacusia. Aun asumiendo que la evolución de los infectados sin clínica compatible fuera peor que la de los no infectados, no hay ningún estudio que haya mostrado que el diagnóstico precoz de estos niños permita realizar algún tipo de intervención preventiva o curativa para mejorar su evolución.
El único aspecto que se podría valorar sería la necesidad de seguir a ese grupo de niños infectados por si aparecen alteraciones en el desarrollo, pero todos los recién nacidos menores de 1.500g o menores de 32 semanas deben estar incluidos en un programa de seguimiento que tiene como objetivo fundamental la detección de las alteraciones del desarrollo.
Desde nuestro punto de vista el algoritmo que presentan los autores del artículo publicado en Anales de Pediatría es un recurso excelente para plantear estudios de investigación en relación a la infección por citomegalovirus de los niños menores de 1.500g, pero creemos que hoy por hoy no se disponen de recursos terapéuticos que justifiquen la puesta en marcha de un programa de cribado. Creemos que el diagnóstico de infección por citomegalovirus en los niños que no han tenido clínica será un diagnóstico más en la larga lista de diagnósticos que ya tienen los niños con peso inferior de 1.500g y será un motivo más de preocupación para la familia sin que realmente se pueda intervenir en ello.