Hemos leído con interés la Carta científica publicada en Anales de Pediatría por Fernández Ibieta et al. sobre reflujo vaginal1, así como el artículo Editorial sobre el mismo tema incluido en ese número de la revista2.
Aprovechando el caso de una niña con esa misma enfermedad diagnosticada en nuestro centro, queremos hacer algunos comentarios sobre los 2 artículos citados. La paciente a la que nos referimos tenía 7 años de edad, y fue diagnosticada por un pediatra de forma casi «accidental» cuando había sido ingresada por el servicio de ginecología para la práctica de una vaginoscopia. Se pretendía descartar un cuerpo extraño vaginal ante las vulvovaginitis repetidas que había presentado. A pesar de que el cuadro se acompañaba de incontinencia urinaria de pequeño volumen, que tenía lugar poco después de cada micción, el diagnóstico de reflujo vaginal no fue sospechado por ninguno de los pediatras ni ginecólogos que atendió previamente a la niña, estando a punto de ser sometida a una técnica agresiva aún presentando una afección habitualmente banal y con muy buena respuesta a medidas terapéuticas simples.
El reflujo vaginal es una entidad con rasgos clínicos bien definidos3, cuya mejor herramienta diagnóstica es una adecuada historia clínica2. Sin embargo, tanto las 3 niñas que presentan Fernández Ibieta et al.1 como nuestra paciente siguieron un proceso diagnóstico engorroso, que en ocasiones incluyó estudios agresivos. Solo se puede diagnosticar lo que se conoce y, por desgracia, aunque probablemente estemos ante una enfermedad relativamente frecuente4, es poco conocida para la mayoría de los pediatras.
En este contexto creemos que deben ser resaltados 2 factores que pueden ayudar a que el diagnóstico de este cuadro clínico sea más fácil. Por un lado, tal como se ha señalado en el artículo editorial2, la presencia de vulvovaginitis de repetición debe ser considerada un síntoma guía de tanta trascendencia como la propia incontinencia que, por el escaso volumen de los escapes de orina, a veces es poco valorada por las pacientes y su familia. Las sinequias vulvares que estas niñas presentan en ocasiones no son solamente un factor favorecedor del reflujo de orina a la vagina, sino que pueden ser consecuencia de la reiterada inflamación local3. En segundo lugar, aunque la Sociedad Internacional de Continencia en Niños (ICCS) considera a la obesidad una comorbilidad de los trastornos funcionales del tracto urinario inferior en general, en el caso del reflujo vaginal3 este hecho, constatado en la literatura4 y confirmado en nuestra paciente, tiene especial interés, puesto que contribuye a dificultar la separación de las piernas durante la micción en estas niñas.
Cuando acude a la consulta una niña con historia repetida de vulvovaginitis, especialmente si presenta sobrepeso, es obligatorio preguntar sobre la presencia de escapes de orina a los pocos minutos de realizar una micción tras reiniciar la deambulación. Si la respuesta es positiva, debe pedirse a la paciente que cambie su posición al orinar, situándose a «horcajadas» sobre el inodoro, y si de esta forma se corrige la sintomatología, habremos realizado el diagnóstico de reflujo vaginal.