La derivación ventrículo-peritoneal es el tratamiento más frecuentemente empleado en la hidrocefalia en pacientes pediátricos1. Desde su introducción los sistemas de derivación han reducido drásticamente la morbilidad y mortalidad de la hidrocefalia, aunque debemos recordar que presentan un riesgo potencial de complicaciones que requieren un seguimiento del paciente a largo plazo2. La población pediátrica presenta una incidencia mayor de complicaciones que la población adulta, estimándose una tasa de complicaciones del 24–47%2,3.
Una de las complicaciones más frecuentes de las derivaciones ventrículo-peritoneales es a nivel inguino-escrotal. Se ha documentado una incidencia del 10 al 26,1% de complicaciones inguino-escrotales3. A pesar de su frecuencia, dentro de este grupo la migración al escroto del catéter peritoneal es una complicación extremadamente rara existiendo en nuestro conocimiento únicamente algo más de 20 casos documentados en la literatura3–8.
Se trata de un neonato prematuro que se le diagnosticó de ventriculomegalia y quiste interhemisférico congénito, que fue tratado con una válvula ventrículo-peritoneal. Al mes y medio de la intervención el paciente presenta clínica de malfunción valvular. A la exploración destaca fontanela a tensión y a la palpación se detecta un cordón fibroso a nivel de la bolsa escrotal sin edema asociado.
Se realizó un control ecográfico transfontanelar y se objetivó un empeoramiento de su hidrocefalia. A través de una radiografía de abdomen se observó la presencia del catéter peritoneal a nivel del escroto izquierdo, dentro del saco de una hernia inguinal congénita. Sin embargo la punta del catéter distal estaba intrabdominal lo que explica que el paciente no presente acumulo de líquido a nivel del escroto (fig. 1).
Tras los hallazgos se decidió la realización de una nueva intervención quirúrgica, practicándose la retirada del catéter migrado al escroto que posteriormente fue reintroducido a la cavidad peritoneal, la exéresis del saco herniario y la obliteración del proceso vaginal (fig. 2).
Las complicaciones inguino-escrotales (hidroceles, hernias, migraciones) se producen en un 10–26,1% de los pacientes pediátricos tratados con derivaciones ventrículo-peritoneales y son consecuencia de una falta de obliteración del proceso vaginal3. El tiempo medio entre la colocación de un sistema de derivación y el diagnóstico de manifestaciones a nivel inguino-escrotal es de 5,3 a 6,8 meses3,5. Este tipo de complicaciones son más frecuentes en la edad pediátrica ya que en los tres primeros meses de vida en un 60–70% de los recién nacidos existe una persistencia de los procesos vaginales9. A medida que aumentamos la edad la tasa de persistencia del proceso vaginal es menor (60% al año, 40% a los 2 años y 15–30% en el adulto) y por lo tanto existe menos riesgo de complicaciones inguino-escrotales9. La historia natural de la obliteración del proceso vaginal no está bien establecida10.
Se cree que el aumento de las complicaciones inguino-escrotales en los pacientes con válvula ventrículo-peritoneal es debido a que la presencia del líquido cefalorraquídeo a nivel peritoneal y/o el aumento de presión que provoca el líquido a nivel abdominal, provoca la falta de obliteración del proceso vaginal y por consiguiente favorece la aparición de hidroceles, hernias y migraciones3,7,8. Esta hipótesis se ve apoyada por el hecho que únicamente un 1,2% de los pacientes con derivaciones ventrículo-atriales presentan hernias inguinales9.
Dentro de las complicaciones inguino-escrotales la migración del catéter peritoneal al escroto es una complicación extremadamente rara documentándose en la literatura únicamente algo más de 20 casos3–8.
La explicación de la migración del catéter peritoneal al escroto es compleja. En el contexto de un proceso vaginal permeable se ha postulado que el peristaltismo abdominal y la tracción repetida sobre el catéter peritoneal favorecerían la disección hacia el escroto6,8.
En todos los casos descritos en la literatura excepto uno5, la colocación del sistema de derivación se produjo en el primer año de vida. Los síntomas iniciales que nos deben hacer sospechar de una complicación inguino-escrotal es la presencia de hidrocele, edema y/o eritema a nivel testicular acompañado frecuentemente de malfunción valvular. La irritación crónica del catéter y el drenaje de líquido cefalorraquídeo a nivel del escroto es el responsable del edema y eritema escrotal4.
El tratamiento de elección y el más frecuentemente utilizado es la recolocación del catéter peritoneal migrado y la obliteración del proceso vaginal para evitar futuras complicaciones5–8. Es imprescindible un seguimiento de estos pacientes ya que en un 20–47% las manifestaciones inguinales pueden ser bilaterales3,9,10.
En conclusión, en pacientes pediátricos portadores de válvulas ventrículo-peritoneales la presencia de hidrocele, hernia inguinal y/o migración escrotal nos debe hacer sospechar una complicación inguino-escrotal del sistema de derivación que frecuentemente se acompaña de malfunción valvular.