Hemos leído el reciente artículo del Dr. Toledo del Castillo et al. y, aun apreciando el interés del trabajo, discrepamos de la interpretación que los autores hacen de sus resultados que les hace llegar a conclusiones que no compartimos1.
Los autores observan un mayor uso de la ventilación mecánica no invasiva (VNI) durante los últimos años, y añaden una serie de afirmaciones que no parecen sustentarse en los datos aportados. Así, en la sección de resultados se dice que «el número de pacientes que requirió ventilación mecánica invasiva (VMI) fue menor en el segundo periodo» y que «el aumento de la VNI se acompañó de un descenso de la necesidad de VMI» y en consecuencia, «estos datos indican que la utilización de la VNI disminuye la necesidad de la VMI y la duración del ingreso». Si observamos los datos de la tabla 1, es fácil comprobar que el número de pacientes que requirió VMI y el número de fallecidos en los 2 periodos fue casi idéntico. Si asumimos que la población atendida y que la incidencia anual media de bronquiolitis en los 2 periodos fue semejante, es fácil concluir que la necesidad de la VMI y la mortalidad no cambió en los 2 periodos a pesar de que el número de pacientes que ingresó en la UCIP para tratamiento solo con la VNI pasó de 34 a 103 pacientes, esto es, se triplicó. Los autores concluyen que «la mayor utilización de la VNI se ha asociado en nuestra experiencia a una disminución de la necesidad de la VMI y de la duración del ingreso en la UCIP». Sin embargo, desde nuestro punto de vista, la conclusión que se puede extraer del trabajo es que en los últimos años se ha triplicado el número de pacientes con bronquiolitis que ingresan en la UCIP para la VNI, sin que ello haya redundado en una menor necesidad de la VMI ni en un descenso de la mortalidad.
Con los datos aportados por los autores, no es posible saber si el mayor número de pacientes sometidos a la VNI en la UCIP se debe a una mayor gravedad de los casos de bronquiolitis en el último periodo o a un menor umbral clínico para indicar ese tratamiento, aunque esta segunda opción parece la más probable, lo que también justificaría el comentario de los autores de que «el porcentaje de fracaso de la VNI en nuestro estudio fue menor que el descrito en otros estudios». El ingreso de un mayor número de pacientes menos graves sería la causa de la menor duración del ingreso en el segundo periodo, como reconocen los propios autores, aunque la ocupación hospitalaria en la UCIP por bronquiolitis debió ser claramente mayor en el segundo periodo (133 pacientes por 6 días) que en el primero (63 pacientes por 9 días).
En resumen, los autores han observado un mayor empleo de la VNI en la bronquiolitis en los últimos años. Aunque el empleo precoz de la VNI podría mejorar la evolución en pacientes graves con bronquiolitis, no podemos ignorar que, a día de hoy, no se conoce el beneficio real de esta intervención2. Dado que los autores no han observado un descenso simultáneo de la VMI ni de la mortalidad, cabría preguntarse cuáles son las causas de que se triplique el número de casos ingresados en la UCIP para la VNI, cuales son los costes asociados a este cambio y qué beneficios se han obtenido con ello. Los estudios observacionales, como apuntan los autores, pueden contener sesgos o errores de interpretación que dificulten, más que ayuden, a conocer el verdadero papel de la VNI en la bronquiolitis.