Hemos leído con gran interés el artículo de Salazar et al.1 sobre la dieta sin gluten (DSG). Ha sido siempre motivo de preocupación la idoneidad a largo plazo de la misma en celíacos. La exclusión de gluten quizás pudiera resultar en una alimentación desequilibrada, y un alto consumo de productos especiales sin gluten, de menor calidad nutricional por su mayor contenido en grasa y azúcares de elevado índice glucémico2.
Los autores realizan un estudio comparativo entre la dieta al diagnóstico, y al año de la DSG. No encuentran apenas diferencias en su contenido en nutrientes, excepto una disminución al año de ácidos grasos saturados, y un aumento de monoinsaturados y fósforo.
Hace unos años, nosotros llevamos a cabo un estudio prospectivo con un objetivo similar, pero un planteamiento diferente3, estudiando la composición de la DSG en 27 niños con enfermedad celíaca (edad media: 73,27 meses), comparándola con la de niños sanos, pareados por edad y sexo, por recuerdo de ingesta de 2 días previos, y encuesta de frecuencia de consumo de alimentos. Los niños con DSG ingerían significativamente menos alimentos compuestos básicamente por cereales, condicionado por un menor consumo de pan. Sin embargo, curiosamente los celíacos consumían un número de raciones similar a los controles de pasta, galletas y alimentos similares, lógicamente a expensas de productos especiales sin gluten.
En el análisis de nutrientes, no obtuvimos diferencias entre ambos grupos, observándose en todos ellos dietas hipercalóricas, hiperproteicas e hipergrasas, y pobres en hidratos de carbono y fibra. En ningún caso se observó en la DSG déficit alguno de micronutrientes, ni diferencias con el grupo control.
En algunos estudios se han descrito diversos déficits nutricionales en las DSG, comparándolos en general solo con los aportes recomendados, pero en pocas ocasiones con un grupo control de niños no celíacos4.
El estudio de Salazar et al.1 es muy interesante, tratando de ver deficiencias nutricionales en los mismos niños al modificar sus hábitos alimentarios. Sin embargo, no encuentran diferencias llamativas, ya que la mayor ingesta de fósforo al año (alta en ambos momentos) carece de relevancia, y la menor de vitamina D en ambos puntos puede reflejar nuestra realidad en población sana (en nuestro estudio, la ingesta de vitamina D fue de 34,4-29,8% con respecto a RDA, sin diferencias entre grupos). Concluyen que las deficiencias, de existir, no serían atribuibles al tratamiento, comentario que compartimos.
Describen los autores una disminución en la ingesta de grasa saturada al año1, que sorprende por el alto contenido en grasa de los productos especiales sin gluten2. En nuestro estudio no encontramos este dato (grasa saturada alrededor del 33% del total de ingesta grasa en ambos grupos)3.
Por lo tanto, la DSG no suele tener diferencias significativas en su composición, y su uso prolongado no debería entrañar un riesgo nutricional añadido comparado con los niños no celíacos. Lógicamente, estos datos se refieren a valores medios, y no se puede descartar que existan casos aislados de dietas no balanceadas con déficit de nutrientes, seguramente no debidos a la simple exclusión del gluten.
FinanciaciónEl estudio de J.M. Marugán et al., al que hace referencia esta carta, fue financiado por una Ayuda a la Investigación Clínica y Epidemiológica en Pediatría, de la Fundación «Ernesto Sánchez Villares».