Presentamos el caso de una paciente de 6 años diagnosticada de leucemia linfoblástica aguda B, que en el día 39 postrasplante de médula ósea alogénico presenta fiebre y distrés respiratorio grave. Ingresa en la UCIP y se establece el diagnóstico de toxoplasmosis diseminada tras obtener PCR positiva para Toxoplasma gondii en sangre, orina, aspirado traqueal y biopsia de un nódulo cutáneo. Se inició tratamiento con pirimetamina 2mg/kg/día y sulfadiazina 180mg/kg/día y tras 12 días, y se objetivaron conglomerados rojizos macroscópicamente visibles en el interior de la sonda urinaria (fig. 1), que en el sedimento urinario correspondieron a cristales de N-acetilsulfadiazina (fig. 2). Se pautó hiperhidratación y se sustituyó el tratamiento por trimetoprim-sulfametoxazol, con resolución de la cristaluria. La función renal y las ecografías renales no mostraron alteraciones.
La sulfadiazina es un fármaco que inhibe la síntesis de ácido fólico, evitando la formación de los ácidos nucleicos bacterianos1. Sus indicaciones en pediatría están limitadas al tratamiento de la toxoplasmosis congénita y del paciente inmunodeprimido, asociada a pirimetamina. Se excreta por vía urinaria, pudiendo precipitar y formar cristales si presenta una elevada concentración en la orina y el pH de esta es ácido, típicamente a partir de 7-10 días de tratamiento1,2. Se han descrito casos de daño renal agudo debido a la obstrucción de la vía urinaria por cristales2,3, requiriendo ocasionalmente la realización de una nefrostomía3. Afortunadamente, este hallazgo se detectó de forma temprana en nuestra paciente, resolviéndose la cristaluria con la hidratación y el cambio de tratamiento. A pesar de que las sulfamidas son fármacos escasamente empleados en pediatría, es importante conocer este efecto secundario y anticiparse a posibles complicaciones nefrourológicas.