La tricotilomanía suele manifestarse como el hábito o deseo compulsivo de traccionar el cabello de forma repetida1,2. Esta entidad, causa relativamente común de alopecia infantil, debe ser considerada dentro del diagnóstico diferencial de las alopecias no cicatriciales que afecten a cuero cabelludo, cejas y pelo pubiano1. Presentamos dos casos de tricotilomanía y discutimos su diagnóstico.
Se trata de un varón de 9 años que consultó por caída de pelo de 4 años de evolución limitada al cuero cabelludo. El paciente padecía una displasia ectodérmica hipohidrótica a la que se había atribuido previamente el cuadro capilar. A la exploración se observaba un área de alopecia de 7 x 5cm en la región fronto-parietal, con unos bordes geográficos bien definidos y zonas aisladas en su interior en las que persistían tallos pilosos de distinta longitud (fig. 1).
Ante estos hallazgos se sospechó el diagnóstico de alopecia por tricotilomanía y se incidió en la anamnesis acerca del posible antecedente de tracción capilar. La familia confirmó que el paciente se manipulaba la zona afecta. Con estos datos, sin recurrir a otras técnicas, realizamos el diagnóstico de alopecia por tricotilomanía e instauramos como tratamiento medidas orientadas al cambio conductual.
El segundo caso es el de una mujer de 10 años que consultó por caída de pelo de 4 meses de evolución. A la exploración se apreciaba una extensa pérdida capilar en el cuero cabelludo, predominantemente en el área parieto-occipital (fig. 2A). No se apreciaba ninguna otra alteración cutánea y la familia no se había percatado del posible antecedente de tracción capilar.
Mediante el examen con dermatoscopia de luz polarizada se observaban una densidad capilar normal, con la presencia de múltiples pelos cortados con distinta longitud la mayoría de los cuales no llegaban a emerger de la superficie cutánea (fig. 2B). Ante estos hallazgos realizamos el diagnóstico de alopecia por tricotilomanía. Una posterior anamnesis dirigida mostró en la paciente rasgos sugestivos de un trastorno por déficit de atención e hiperactividad por lo que fue remitida a la unidad de psiquiatría pediátrica para estudio y tratamiento.
La tricotilomanía constituye junto a la tinea capitis, la alopecia por tracción y la alopecia areata una de las principales causas de alopecia infantil1,3. Otras entidades que deberán considerarse dentro de este diagnóstico diferencial son el síndrome del cabello anágeno suelto, la alopecia androgenética, el moniletrix y el Pili Torti4.
Clínicamente, la tricotilomanía puede presentarse como una única área de alopecia que tiende a crecer de forma progresiva, como múltiples zonas o con un patrón difuso. Su distribución habitual es el cuero cabelludo, predominantemente en las regiones parieto-occipitales y el vértex. Las áreas de alopecia son irregulares, no cicatriciales, de bordes bien definidos y es característica la presencia de pelos normales cortados a distintas longitudes en su interior.
Habitualmente el diagnóstico de tricotilomanía puede establecerse en función del examen clínico y su correlación con los antecedentes médicos del paciente, incluyendo su historial psiquiátrico1. Una anamnesis empática suele poner de manifiesto el hábito del paciente de tocarse el pelo de forma habitual. También es frecuente que los padres se hayan percatado de este hecho, tal y como sucedía en nuestro primer caso. Clásicamente, se ha recurrido a la biopsia en aquellos casos en los que existen dudas sobre la etiología de la alopecia. El estudio histológico permitiría confirmar o afianzar el diagnóstico5,6.
Recientemente ha sido descrita la utilidad de la videodermatoscopia en el examen clínico del cuero cabelludo y la patología capilar mejorando la capacidad diagnóstica respecto a la inspección clínica simple7. La dermatoscopia de luz polarizada con dermatoscopios de mano también resulta útil en la evaluación de los trastornos con pérdida del cabello8. La luz polarizada permite visualizar mejor los pelos rotos, algunos de los cuales pueden resultar invisibles con la observación simple dado que apenas emergen de la superficie cutánea. El uso de la dermatoscopia parece especialmente indicado para realizar el diagnóstico diferencial entre la alopecia areata difusa y la tricotilomanía, ya que ambas entidades son causa de alopecia infantil no cicatricial, difusa y asociada en ocasiones a factores psico-sociales. Tal y como observamos en nuestro segundo caso, el hallazgo bajo luz polarizada de pelos rotos, con la ausencia de otros signos dermatoscópicos propios de la alopecia areata (pelos en exclamación), permite el diagnóstico de tricotilomanía. También permite diferenciarla de la tinea capitis cuyo estudio dermatoscópico muestra “pelos en coma”9.
Como conclusión queremos destacar la utilidad de la visión mediante luz polarizada con dermatoscopios de mano (tricodermatoscopia) como una técnica no invasiva, barata, accesible y aplicable en la práctica diaria que puede contribuir al diagnóstico de tricotilomanía en los casos dudosos, evitando la realización de biopsias innecesarias.