En 1983 Weinberg et al publicaron los primeros casos de niños intoxicados por cannabis. Desde entonces, su consumo ha aumentado, y se objetiva un adelanto en la edad de inicio, con una media de 14,6 años1. Se ha documentado un aumento del número de casos en relación con los efectos adversos de esta droga en adultos y, paralelamente, se describen más casos en la edad pediátrica.
Se presenta el caso de un varón de 16 meses de edad que consultó por inestabilidad de la marcha y la sedestación, con estupor progresivo de 2h de evolución. No tenía antecedentes de fiebre ni traumatismo, aunque tras insistir en la entrevista, la familia reveló que había podido ingerir algún medicamento que habían dejado a su alcance, sin saber precisar cuál. En la exploración física destacaban: frecuencia cardíaca de 150lat/min, presión arterial de 120/70mmHg y marcada tendencia al sueño, aunque con respuesta conservada a estímulos verbales; presentaba mirada fija, pupilas midriáticas, reactivas a la luz y marcha atáxica. Se realizó control analítico con hemograma, bioquímica, gasometría venosa y muestra de líquido cefalorraquídeo, sin objetivar ningún hallazgo patológico. Ante la sospecha de intoxicación, y en espera de obtener muestra de orina para estudio toxicológico, se realizó lavado gástrico en que se obtuvo un líquido de color marrón, y se inició fluidoterapia intravenosa. A las 6h del ingreso se constataron concentraciones de cannabis en orina de 135ng/ml. La evolución del paciente fue favorable con una lenta pero progresiva mejoría del nivel de conciencia y desaparición completa de la ataxia y la inestabilidad en las siguientes 18h.
De la planta del cáñamo indio Cannabis sativa se extraen distintos derivados. La marihuana se obtiene de las flores, las semillas y los tallos. El hachís se extrae de su resina. El aceite de hachís se consigue mezclando la resina con disolventes como la acetona, el alcohol y la gasolina. El análisis químico revela sustancias con efectos sedantes y delta-9-tetrahidrocanabinol (THC) con efectos psicoactivos. El contenido de THC es mayor en el aceite (85%) y menor en el hachís (20%) y la marihuana (5%)2,3. Puede detectarse en orina mediante una técnica de cribado cuyo umbral de detección es de 100ng/dl y confirmarlo por cromatografía de gases o espectrometría de masas que detecta concentraciones de 15ng/dl. La combinación de las dos tiene una especificidad del 90% y una sensibilidad del 99,9%4,7. La ingestión de ibuprofeno puede dar falsos positivos7.
La intoxicación por cannabis en los niños se produce por ingestión oral. Por esta vía la marihuana se absorbe del 5–10%; sus efectos comienzan a ser aparentes en una hora, alcanza el máximo a las 2–3h y con una duración de 5h, aproximadamente. El THC se metaboliza casi en su totalidad en el hígado y los metabolitos se excretan por orina y heces (pueden eliminarse durante 1–7 días tras el consumo agudo y 10–30 días si es crónico)3–7.
Los síntomas de la intoxicación por cannabis incluyen: náuseas, vómitos, sequedad de boca, sed, palidez, hiperemia conjuntival y midriasis. Produce alteraciones de la conducta que varían desde la euforia a la crisis depresiva y de pánico. El efecto cardiovascular más común es la taquicardia, que depende de la dosis y se produce por estimulación simpática e inhibición parasimpática; sin embargo, a dosis altas, produce bradicardia. En la intoxicación severa puede presentar disminución de la coordinación motriz, ataxia y alteraciones del habla4,7.
Se han descrito casos de intoxicación severa que cursan con coma o disminución importante del nivel de conciencia5,7,8, e incluso llegan a precisar ventilación mecánica3,4.
Se debe considerar la intoxicación accidental en niños previamente sanos, sin antecedentes de infección ni traumatismo, que presenten síntomas neurológicos de forma aguda. Se recomienda realizar lavado gástrico y administrar carbón activado en combinación con tratamiento sintomático, en función de la gravedad del cuadro5,6. Se han descrito 2 casos de coma por ingesta de cannabis que revirtió con la administración de flumazenilo3–6,10.
Se debe realizar diagnóstico diferencial con infecciones del sistema nervioso, como meningitis o encefalitis, sepsis, malformaciones congénitas cerebrales y cardíacas, traumatismos craneales, alteraciones metabólicas (hipoglucemia, hipernatremia o hiponatremia y cetoacidosis diabética)9.
Con este caso se quiere destacar la importancia que, para el diagnóstico de estos pacientes, tiene realizar una adecuada historia de antecedentes de consumo de medicamentos y drogas a los familiares, e incluir el cribado de tóxicos en orina en los pacientes con deterioro brusco del nivel de conciencia sin causa aparente.
Asimismo, este tipo de intoxicación puede representar una negligencia en el cuidado parental, por lo que se debería poner en conocimiento judicial y de los servicios sociales.