El Dr. Sanjurjo et al1 abordan en su reciente artículo el estado plasmático de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (LCPUFA) en el recién nacido y su relación con el tipo de alimentación, una de las cuestiones candentes a la hora de realizar recomendaciones nutricionales para este grupo de edad. Sus datos contribuyen, sin duda, a crear un cuerpo de doctrina necesario para establecer dichas recomendaciones.
A lo largo del estudio se hace referencia a la importancia de sus hallazgos en relación con la recomendación de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) sobre la introducción de la alimentación complementaria. En concreto los autores señalan como una posible causa de la disminución de las concentraciones de ácido docosahexaenoico (DHA) a lo largo del primer año que «las guías recientes de la ESPGHAN recomiendan la supresión del huevo y del pescado durante el primer año de vida debido a problemas alérgicos».
Es posible que el tiempo transcurrido desde el envío del artículo (febrero de 2007) y su aceptación (marzo de 2008) no haya permitido a los autores conocer el contenido del último documento del Comité de Nutrición de ESPGHAN sobre la diversificación de la alimentación en el lactante2. La introducción a su debido tiempo de la alimentación complementaria en el periodo de lactante es necesaria tanto desde el punto de vista nutricional como del desarrollo. En concreto, el Comité considera como un objetivo deseable mantener la lactancia materna exclusiva alrededor de 6 meses e introducir la alimentación complementaria no antes de la semana 17 ni después de la 26.
Mayor controversia existe sobre el calendario específico de introducción de los distintos alimentos, causado, sobre todo, por la escasez de datos científicos rigurosos.
Aunque teóricamente podría haber razones naturales para establecer unas recomendaciones distintas según se tratara de lactantes con lactancia materna o con fórmula infantil3, es una medida poco práctica y que podría ocasionar confusión entre los padres y cuidadores.
El Comité aconseja incluir buenas fuentes de hierro (p. ej., carne) y LCPUFA (p. ej., pescados grasos) en la dieta de la alimentación complementaria. Es evidente que algunos alimentos son más alergénicos que otros (p. ej., huevos, pescado, frutos secos y marisco). Sin embargo, no hay datos que soporten que la introducción tardía de estos alimentos prevenga o retrase la aparición de la alergia4. A partir de estas consideraciones y de las repercusiones sobre la ingesta de LCPUFA de la serie n-3, que significaría retrasar o evitar estos alimentos durante el primer año, el Comité señala que no hay datos suficientes que sustenten esta práctica. Por lo tanto, estos alimentos pueden introducirse una vez iniciada la alimentación complementaria. Esta recomendación contrasta llamativamente con la del Colegio Americano de Alergia, Asma e Inmunología5. La introducción precoz de leche de vaca (antes de 12 meses) también contribuiría a obtener un perfil de DHA en membrana de eritrocitos mejor que con fórmulas no suplementadas6. Por otras consideraciones, no obstante, el Comité indica que la leche de vaca no debe constituir la principal fuente láctea antes de los 12 meses.
La biodisponibilidad de una adecuada cantidad de LCPUFA en el primer año de vida parece tener potenciales consecuencias para el desarrollo intelectual y para la función inmunitaria, pero también en la prevención de la enfermedad cardiovascular en la edad adulta7.
Coincido, por tanto, en la recomendación de Sanjurjo de garantizar un aporte suficiente de n-3 en el primer año, bien por medio de una alimentación complementaria adecuada en variedad y momento de introducción o bien mediante alimentos suplementados como pueden ser las fórmulas infantiles.