El Oxford English Dictionary eligió en 2014 el verbo «To vape» como «palabra del año», para referirse a «la acción de inhalar vapor de un cigarrillo-electrónico, bolígrafo-vaporizador o similar». En nuestro país, los primeros dispositivos para «vapear» o «vaping» conocidos como e-cigarrillos, aparecieron en 2007 y desde entonces su uso se ha extendido notablemente1.
El vaping surgió como estrategia para dejar de fumar, como herramienta para deshabituar el uso de nicotina en fumadores habituales, pero se ha convertido en un arma de doble filo. Existen datos controvertidos sobre si se trata realmente de una herramienta eficaz para dejar de fumar, mientras que su uso se está expandiendo entre los no fumadores, especialmente entre los más jóvenes, y no solo para fumar tabaco, sino también otras sustancias como derivados cannabinoides, tetrahidrocannabinol, hachís o distintos aceites2. Existen múltiples trabajos alertando sobre como el uso del vaping en jóvenes ha tenido justamente el efecto contrario, relacionándose su uso con una progresión al tabaquismo tradicional1,2. En EE. UU., el uso de cigarrillos-electrónicos entre adolescentes es un problema de salud pública, su uso está muy extendido, uno de cada 11 estudiantes de Middle school (nuestro equivalente a 1.°-2.° de la ESO) refiere usar cigarrillos-electrónicos2. También en nuestro país, el vaping está aumentando entre los jóvenes, donde además uno de cada 4 usuarios de cigarrillos-electrónicos era previamente no fumador1.
Actualmente existen en el mercado distintos dispositivos con batería que permiten inhalar sustancias en aerosol. Estos dispositivos son socialmente mejor aceptados, la legislación sobre su uso no está bien desarrollada y se han presentado como una mejor alternativa frente al tabaquismo tradicional. Sin embargo se han detectado importantes casos de conflicto de intereses en distintos trabajos publicados3, y en los últimos meses ha surgido una alerta tras la aparición de casos de enfermedad pulmonar grave asociada a su uso4–6.
Los efectos del vaping no han sido todavía suficientemente bien estudiados. No solo los productos clásicos (nicotina o cannabinoides) producen efectos secundarios sino que también los aceites y los productos químicos utilizados en los distintos sabores, podrían tener efectos perjudiciales para la salud4,5. Las posibilidades de inhalar ingredientes químicos desconocidos son altas y es difícil conocer la cantidad que se inhala (que es dependiente del producto consumido, de su concentración y del dispositivo utilizado) y su procedencia. Recientemente, se está alertando sobre los nuevos posibles efectos secundarios relacionados con el vaping. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) está trabajando con las autoridades de salud estatales en EE. UU. para examinar el creciente número de enfermedades pulmonares graves relacionadas con el uso de cigarrillos-electrónicos, recomendando a los médicos recopilar información de manera activa, sobre esta posible asociación4. Se han descrito casos, en jóvenes previamente sanos, de enfermedad pulmonar aguda con tos y dolor torácico, con rápida progresión a disnea e insuficiencia respiratoria grave, cuadros agudos en ocasiones acompañados de fiebre, clínica gastrointestinal (vómitos y diarreas) y sistémica. Según publicaciones del CDC, el primer caso se diagnosticó en julio del 2019, en agosto se detectaron más de 110 casos en 15 estados diferentes y en septiembre se han diagnosticado ya 500 casos relacionados con el vapeo4. El CDC ha confirmado la definición de caso de enfermedad pulmonar asociada a vapeo, como «paciente que refiere uso de cigarrillo-electrónico o productos relacionados, en los 90 días previos al inicio de los síntomas, con radiografía de tórax compatible con infiltrados pulmonares y sin otra causa atribuible»5 y de manera paralela la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de EE. UU. continua estudiando un posible vínculo con casos de convulsiones, desde que en abril de 2019 emitiera su primera declaración alertando sobre este posible efecto secundario6.
Como conclusión, el vaping está aumentando entre los jóvenes, su utilización se asocia con un mayor riesgo de iniciar el consumo de cigarrillos combustibles, sus efectos a largo plazo no han sido suficientemente bien estudiados y en la actualidad tanto el CDC como la FDA están estudiando posibles efectos secundarios graves.
Los pediatras españoles, tanto en atención primaria como en atención hospitalaria, debemos estar preparados para esta nueva epidemia. Las recomendaciones antitabaco que se dan en atención primaria deben incluir recomendaciones anti-vaping, y es necesario informar también sobre los riesgos del tabaquismo pasivo con estos dispositivos. Es necesario desarrollar materiales informativos para nuestros pacientes y sus familias. Se debe preguntar directamente a los adolescentes por su consumo y alertar a los padres, ya que son sistemas difíciles de detectar, por el escaso olor que desprenden. Además, ante casos de enfermedades pulmonares agudas de etiología no clara, o convulsiones en adolescentes debemos descartar una posible relación con el consumo de vaping y comenzar un registro nacional de los posibles casos.
Por todo esto, considero necesario crear grupos de trabajo dentro de la Asociación Española de Pediatría encaminados a detectar y estudiar los posibles efectos secundarios del vaping, y a establecer estrategias urgentes para prevenir su consumo entre nuestros pacientes.
FinanciaciónEste trabajo ha sido elaborado gracias a la ayuda recibida por la Asociación Española de Pediatría (AEP): Beca para fomento de la investigación. InvestAEP edición 2018.