En la Comunidad Autónoma de Galicia se publicó recientemente el calendario de vacunación para toda la vida en el que se incluye la vacunación antigripal para los niños de entre 6 y 59 meses. Si bien son varios los países de nuestro entorno que ya han ampliado la vacunación frente a la gripe a este grupo poblacional (Reino Unido, Austria, Italia, etc.), Galicia ha sido pionera en la implantación de esta iniciativa en España.
Por su parte, a nivel nacional la recomendación que a día de hoy persiste es la vacunación frente a la gripe de los niños que, por presentar determinadas condiciones de riesgo, son más vulnerables a padecer complicaciones o enfermedad grave. No obstante, cada vez son más las comunidades autónomas que, siguiendo las recomendaciones de organismos internacionales como la Organización Mundial de Salud o el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades y de expertos nacionales como el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, abogan por la vacunación sistemática de esta población.
La vacunación antigripal tiene como objetivo disminuir la morbimortalidad asociada a esta enfermedad y su impacto en la comunidad. Y, en este sentido, es importante reflexionar acerca de la necesidad de vacunar a la población infantil sana.
La gripe continúa siendo una enfermedad infravalorada en la infancia tanto en términos de incidencia como de gravedad. Sin embargo, la información que proporciona la evidencia científica muestra otra realidad.
Por un lado, a nivel global la gripe afecta cada año a 90 millones de niños menores de 5 años, es responsable de 10 millones de casos de neumonías (un millón de ellas graves) y causa la muerte a entre 28.000 y 111.500 niños de este grupo de edad1.
En España, el informe de vigilancia de la gripe para la temporada 2021-2022 publicado por el Centro Nacional de Epidemiología refleja, al igual que para temporadas anteriores, que la mayor tasa de incidencia de la gripe se observó en el grupo de edad de 0 a 4 años (1.521,4 casos por 100.000 habitantes), seguido por el de 5 a 14 años2.
Por lo tanto, la gripe no es una enfermedad banal en la infancia y, aunque suele tener un curso clínico autolimitado, puede ocasionar complicaciones como neumonía, otitis media aguda o incluso enfermedades graves como encefalitis o miocarditis que pueden ser causa de fallecimiento. De hecho, se estima que la neumonía, una de las complicaciones más frecuentes de la gripe, presenta una letalidad del 0,14 al 0,45% en menores de 5 años3. A pesar de que el riesgo de enfermedad grave y de muerte es mayor en los niños que presentan comorbilidades, un 50% de los casos que fallecen por gripe en la población infantil no presentan ninguna condición de riesgo4.
Por otro lado, además del indudable beneficio individual que la vacunación supone sobre la población infantil, como estrategia de salud pública se espera también un beneficio a nivel comunitario. Y a este nivel, es importante tener en cuenta el impacto de la gripe no solo sobre el sistema sanitario, sino también sobre la sociedad.
En el ámbito sanitario, no se puede ignorar el impacto directo de la gripe sobre los recursos disponibles. En la infancia, la gripe cursa en muchas ocasiones de manera subclínica o con síntomas inespecíficos y difíciles de distinguir de otras infecciones respiratorias agudas, lo que suele ocasionar múltiples consultas pediátricas (1,7-2,8 visitas por caso), además de la realización de prescripciones de antibióticos (7-55% de los casos confirmados), antipiréticos u otros medicamentos para el control de los síntomas (76-99% de los casos confirmados), muchas veces innecesarios. Además, se estima una tasa de hospitalización que puede llegar a alcanzar el 20% de los casos confirmados y una estancia hospitalaria media de 1,8 a 7,9 días5.
En lo que respecta al impacto social, de forma indirecta la gripe en la población infantil supone una importante carga debido al absentismo escolar, estimado entre 2,8 y 12 días5. Esto inevitablemente repercute en el entorno familiar y laboral de los padres, que en muchas ocasiones se ven obligados a ausentarse de su puesto de trabajo entre 1,3 y 6 días5 para atender a sus hijos en el domicilio.
Además de todos los aspectos relacionados con la carga de la gripe en la infancia vistos hasta ahora, es importante tener en cuenta otro factor: el impacto que sobre la población adulta puede tener la infección en la población infantil.
Al analizar los datos del informe publicado por el sistema de vigilancia de gripe en España de la temporada 2021-20222 observamos que, al igual que en temporadas anteriores, el aumento de la tasa de incidencia en la población infantil precede al de la población adulta. Esta circunstancia hace pensar en el papel de los niños y niñas como vectores de transmisión de la gripe a su entorno familiar y escolar y al resto de la comunidad, incluyendo poblaciones de alto riesgo. Esta teoría se basa en diversos factores, como el hecho de que la población infantil presenta una inmunidad limitada, excreta virus a títulos más elevados y durante un tiempo más prolongado que los adultos, establece contactos más próximos con los otros miembros familiares y además presenta mayor dificultad para el mantenimiento de hábitos higiénicos (higiene de manos y respiratoria) eficientes.
Para hacer frente a toda esta problemática disponemos de diversas herramientas seguras, eficaces y efectivas. Bien es cierto, y la pandemia de COVID-19 así lo ha demostrado, que las medidas higiénicas no farmacológicas (higiene de manos, uso de mascarilla, mantenimiento de la distancia interpersonal, etc.) son fundamentales para la prevención y control de la infección. Sin embargo, y también al igual que lo ocurrido en la actual pandemia, ha sido la vacunación la medida que se ha mostrado más efectiva para prevenir la gripe y sus complicaciones, como así analizan Escandell-Rico et al.6. en el presente número de Anales de Pediatría. No obstante, a pesar de la evidencia científica sobre la eficacia y seguridad de la vacunación antigripal, esta sigue siendo testimonial en la infancia, incluso en los grupos de riesgo. A esta conclusión llegan también las autoras del estudio publicado en este número de Anales de Pediatría, Díaz-García et al.7.
Creemos que ambos estudios ayudarán sin duda a reflexionar acerca de la estrategia de vacunación a implantar para dar solución o al menos minimizar los riesgos de la gripe en la población infantil.
Es necesario también aprovechar la experiencia ganada en la gestión de la pandemia de COVID-19 a la hora de implantar una estrategia de vacunación antigripal. Así, es importante tener en cuenta los cambios en el patrón epidemiológico de circulación y transmisión del virus de la gripe que la pandemia ha ocasionado y también la coexistencia de ambos virus.
En nuestra opinión, es necesario cambiar la percepción de que la gripe es una enfermedad leve en edades pediátricas y que los costes que ocasiona y su impacto en la sociedad son irrelevantes. Se debe, así mismo, concienciar a los profesionales sanitarios de la importancia de esta enfermedad en la infancia y favorecer estrategias de salud pública que incentiven la vacunación de la población infantil, independientemente de la existencia o no de condiciones de riesgo.