Hemos leído con gran interés el artículo de Cano et al.1 que aporta datos muy recientes sobre el consumo de fármacos anticatarrales en niños de 0-13 años. Este estudio confirma que el uso de estos fármacos no ha cambiado significativamente respecto a la última Encuesta Nacional de Salud del año 2006. Lo que parece más reseñable es que continúan siendo prescritos por médicos en su mayoría, y sobre todo en niños menores de 4 años, lo que los autores atribuyen a hábitos profundamente enraizados en la comunidad médica. La tos aguda es uno de los motivos de consulta más frecuentes en Pediatría y en la mayoría de los casos es el producto de una infección de las vías respiratorias altas (IVRA). Aunque se trata de un proceso transitorio y autolimitado, tiene un gran impacto en la calidad de vida de nuestros pacientes (y sus familiares), por lo que motiva un gran consumo de fármacos. Muchos de estos medicamentos, que son de venta libre y pueden adquirirse sin receta médica (SRM), además de tener escaso efecto en el control de la tos, tienen una morbilidad y una mortalidad asociada no despreciables.
Los fármacos más empleados para el tratamiento sintomático de la tos y de las IVRA en la infancia se clasifican en antitusígenos, mucolíticos y expectorantes, antihistamínicos y descongestionantes. Se han realizado numerosas revisiones hasta la actualidad y todas concluyen que estas medicaciones tienen escaso o ningún efecto en el control sintomático de la tos en los niños2. La revisión Cochrane de 2012, que incluye 26 ensayos, 8 de ellos en niños (n=616), concluye que no hay evidencia a favor ni en contra de la efectividad de estos fármacos en el control de la tos asociada a IVRA3.
Aunque los fármacos SRM tienen pocos efectos secundarios a dosis adecuadas, se han publicado varios casos de intoxicación grave e incluso muerte, la mayoría de ellos asociados a sobredosificación. En Estados Unidos, durante un año, 7.091 pacientes <12 años fueron tratados en urgencias por efectos adversos de fármacos para la tos e IVRA. La mayoría tenía entre 2 y 5 años y consultó por ingesta accidental, y los <2 años por error de dosificación de los cuidadores4. La Asociación Americana de los Centros de Control de Envenenamiento en 2005 reporto 64.658 exposiciones a estos productos en niños <2 años de edad, de los cuales 28 se relacionaron con efectos adversos mayores o muerte. En una revisión de 2009 se concluye que el 85% de los casos de muerte en <12 años relacionada con fármacos para la tos/IVRA fue por sobredosis. El 87% de los casos se trataba de productos adquiridos SRM5.
Por todos estos motivos, y tras la recomendación en contra de su uso en < 2 años por la Food and Drug Administration, continúa aumentando la lista de países que advierten en contra de su empleo, extendiendo la edad hasta menores de 6 años (Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda y Australia). Posteriormente, se han realizado varios estudios valorando el impacto de estas recomendaciones y se ha puesto de manifiesto un menor número de visitas a Urgencias por este motivo6, una disminución de los errores terapéuticos7 y una menor predisposición de los pediatras para su prescripción y de los progenitores para su empleo8. Estos datos son especialmente significativos en niños de corta edad. Por otra parte, existen trabajos europeos que señalan que este impacto solo se aprecia en los países que han realizado advertencias oficiales sobre este tipo de tratamiento, como se demuestra en un estudio poblacional que compara la prescripción en 2 países: Italia, donde se recomienda evitar el uso de simpaticomiméticos en <12 años, y Holanda, donde no se han dado advertencias9.
En resumen, dado que no disponemos de evidencias a favor del uso de este tipo de fármacos y sí de numerosos trabajos sobre su riesgo potencial, especialmente en menores de 2 años, creemos que sobran los motivos para que los pediatras abandonemos dichos hábitos de prescripción. Los profesionales de la salud tenemos la obligación de conocer las recomendaciones y evitar en lo posible el uso de estos medicamentos en las situaciones clínicas referidas. Debemos ofrecer una información adecuada acerca del proceso y su duración, e insistir en los potenciales efectos secundarios de algunas medicaciones SRM, ya que, como se ha demostrado, los progenitores malinterpretan a menudo los prospectos de estos medicamentos10. Por último, podemos reforzar su cumplimiento mediante el uso de medidas no farmacológicas y ofreciendo una nueva valoración clínica en unos días.