La reflexión sobre la formación sanitaria especializada en Pediatría realizada por la Comisión Nacional de la Especialidad pone el foco en dos líneas de argumentación y mejora: los cambios necesarios en el programa de formación de los especialistas en pediatría y en entender los retos derivados de los ámbitos generacionales y sociales1. Esta reflexión no estará completa, a mi entender, sin algunas otras consideraciones. Por una parte, la gran crisis de la natalidad que afecta a España: durante 2023 hubo un total de 322.075 nacimientos en España, lo que supuso un descenso del 2,0% respecto el año anterior (6.629 menos). El número de nacimientos continúa así con la tendencia a la baja de la última década (424.440 en 2013)2. Por otra, existe una gran desigualdad en la distribución geográfica de los pediatras. Según el Informe Oferta-Necesidad de Especialistas Médicos 2021-2035 existen 190,2 pediatras por cada 100.000 menores de 15 años3, una de las cifras más altas de la Unión Europea y, sin embargo, la impresión de «falta» de pediatras es evidente. No coincido en la apreciación de que la competencia de la medicina privada como salida laboral sea un obstáculo al equilibrio entre la pediatría troncal y la formación especializada. Al contrario, en un mercado libre, puede suponer un acicate para la mejora de las condiciones laborales y el desarrollo profesional de los pediatras.
Tampoco puede obviarse que los pediatras son hijos de su tiempo. Los retos derivados de los cambios generacionales y sociales también nos afectan: una creciente feminización de la especialidad (un 76,6% en la encuesta publicada por la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria [SEPEAP])4 y el deseo de hacer compatible el trabajo profesional con otras facetas del desarrollo humano.
Sin considerar todos estos elementos solo trabajaremos en soluciones parciales a un problema complejo y cambiante.