Escribimos el siguiente texto en relación con el artículo «Valores de referencia de la proteína S100β en población pediátrica» de Arroyo Hernández et al.1, reconociendo a dicho trabajo como pionero en la elaboración de unos valores de referencia de estas proteínas en edad pediátrica. Incidimos, en nuestro caso, en la importancia del conocimiento de las proteínas S100 como biomarcadores de numerosas enfermedades, no solo de índole neurológico, y su posible utilización en el diagnóstico y seguimiento de las mismas.
En los últimos años estamos asistiendo a un aumento exponencial en el número de investigaciones relacionadas con nuevos marcadores que puedan actuar como indicadores de procesos biológicos normales, procesos patológicos o respuestas biológicas a intervenciones terapéuticas. De entre todos ellos, las proteínas S100 reflejan a la perfección estas múltiples funciones.
Las S100 son una familia de proteínas ligadoras de calcio, presentes solo en vertebrados, de bajo peso molecular y estructura dimérica, que cumplen numerosas funciones intra y extracelulares. Se describieron por primera vez en 1965 por Moore2. Se denominaron así porque fueron 100% solubles en una solución de sulfato de amonio a pH neutro. Aunque algunas de ellas son bien conocidas, como la calprotectina fecal (heterodímero S100A8/S100A9), en general su nomenclatura es compleja y ha ido cambiando con los años.
Inicialmente se identificaron 2 proteínas diferentes S100α y S100β, que posteriormente fueron sustituidas por la denominación S100A y S100B, existiendo actualmente unas 25 proteínas dentro de dicha familia. Esta diversidad entre sus miembros explica la amplia variedad de procesos intracelulares en los que están involucradas: regulación de proliferación y diferenciación celular, apoptosis, homeostasis del calcio, metabolismo energético, respuesta inflamatoria, migración/invasión celular y regulación de factores de transcripción, entre otras3. Sus funciones extracelulares dependen de la unión a receptores de la superficie celular como el receptor for advanced glycation end products (RAGE) y Toll-like receptors (TLRS), actuando como moléculas que pueden iniciar y perpetuar una respuesta inflamatoria no infecciosa.
Por ejemplo, la S100A12 puede actuar como marcador de procesos inflamatorios agudos y crónicos, y ser utilizada para monitorización de su actividad. En recientes estudios se han comprobado valores mucho más elevados de dicha proteína en sangre de pacientes con artritis idiopática juvenil sistémica y enfermedad de Kawasaki, en comparación con otras causas de fiebre de origen desconocido en la infancia, como infecciones o tumores4. La S100B se puede detectar en sangre, orina, LCR, leche materna y sangre de cordón umbilical, lo que explica su creciente utilización en estudios neonatales como marcador de encefalopatía hipóxico-isquémica, marcador de daño cerebral secundario a traumatismo craneal, marcador de enfermedades neurológicas (Alzheimer, trastornos desmielinizantes, epilepsia, accidentes cerebrovasculares) y psiquiátricas (esquizofrenia, trastorno bipolar), marcador de obesidad, así como marcador tumoral (estirpe neural, melanoma y cáncer de mama).
Para concluir, queremos destacar el valor creciente de estos biomarcadores en numerosas enfermedades, sobre todo, su futuro papel en el diagnóstico y seguimiento específico de trastornos inflamatorios que acontecen durante la infancia.