Hemos leído con atención el artículo de Rey Galán et al. expresando la necesidad de comunicar experiencias clínicas con respecto a la población pediátrica en relación al virus SARS-CoV-2 (COVID-19)1. El actual estado de urgencia sanitaria y social, entre otros aspectos, ha desembocado en un aumento de la investigación sobre el virus. En este contexto se han ido reportando nuevas manifestaciones clínicas ligadas al COVID-19, algunas como la anosmia, parecen ser distintivas, permitiendo el diagnóstico aun en individuos asintomáticos2. Entre ellas se han descrito lesiones cutáneas, denominadas acro-isquemia aguda que podrían representar la manifestación clínica, y en muchos casos única, de la infección por COVID-19 en la población pediátrica3.
A raíz de ello, ha cundido una cierta situación de incertidumbre y alarma social con el descubrimiento de lesiones similares en los niños.
Presentamos aquí, un caso similar a los descritos postulando la ausencia de causalidad directa entre la infección y las mencionadas lesiones acrales.
Un varón de 13 años acudió a urgencias por sospecha de infección por COVID-19.
Presentaba maculo-pápulas acrales purpúricas, de aspecto vasculítico (fig. 1), asintomáticas, en los dedos de ambos pies, de 16 días de evolución. Ni él ni sus familiares tenían o habían tenido otros síntomas consistentes con infección por COVID-19.
La anamnesis reveló el cumplimiento total de la cuarentena por parte del paciente y sus familiares. En consecuencia, el paciente había llevado una vida sedentaria, con los pies inapropiadamente atemperados, pues no acostumbraba a utilizar zapatillas o calcetines en casa. Además, la calefacción del hogar había permanecido apagada durante todo el confinamiento. El paciente tampoco había tomado ninguna medicación las semanas precedentes.
Se realizó estudio analítico con hemograma; bioquímica con función hepática y renal, ferritina, LDH, proteína C reactiva, velocidad de sedimentación glomerular; coagulación, dímero-D, crioglobulinas, proteínas C y S; sedimento de orina; autoinmunidad con anticuerpos antinucleares (por ELISA e inmunofluorescencia indirecta), anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos, anticuerpos antifosfolípido (anticoagulante lúpico, anti-β2-glicoproteína, anticuerpos anticardiolipina), C3, C4, interleuquina-6; serologías para enterovirus, virus de Epstein-Barr, virus herpes humano 6, parvovirus B19, Mycoplasma, rubéola, sarampión e IgG, IgM, IgA y PCR (frotis nasofaríngeo) para SARS-CoV-2. Además, se realizó una biopsia cutánea de una de las lesiones.
Las pruebas complementarias no revelaron alteraciones significativas, mientras que el análisis histológico mostró queratinocitos necróticos en una epidermis con espongiosis y cambios vacuolares, así como, edema en dermis e infiltrado inflamatorio perivascular y periecrino. Con todos estos hallazgos, concluimos en este caso el diagnóstico de perniosis4.
La perniosis es consecuencia de una respuesta anómala al frío. En concurrencia con el sedentarismo, que disminuiría el flujo sanguíneo acral, se podría favorecer la aparición de perniosis en algunos individuos.
Por ende, aunque muchos de estos casos puedan ser positivos para COVID-19, esto debe ser probablemente entendido como un hecho fortuito debido a la gran capacidad de diseminación del virus, que además tiende a presentarse de forma asintomática o escasamente sintomática en los individuos más jóvenes.
En consecuencia, y de forma más apropiada, podríamos denominar a esta entidad como perniosis de la cuarentena o del confinamiento.