La anafilaxia es una reacción alérgica grave, de instauración brusca y potencialmente mortal, por lo que debe tratarse de inmediato con adrenalina intramuscular en cualquier ámbito y bien sea por el propio paciente (autoinyección) u otra persona. Simultáneamente debe alertarse a los servicios de emergencias ya que toda reacción anafiláctica debe ser valorada por personal sanitario1,2.
Los dispositivos automáticos que permiten la administración de la adrenalina por vía intramuscular de forma rápida y segura por parte del propio paciente (incluso niños pequeños) o sus familiares o acompañantes, han supuesto un avance terapéutico significativo que cada vez es más utilizado, incluso por personal sanitario.
Si bien se trata de sistemas de administración intramuscular sencillos, bien diseñados y fáciles de utilizar, tanto los pacientes como los familiares (y el personal sanitario) precisan una breve instrucción y práctica para ser capaces de aplicarlos de forma eficaz y segura. Para ello se dispone de simuladores que reproducen los dispositivos reales y permiten la práctica repetitiva sin riesgos.
La estandarización de los autoinyectores de modo que su aspecto y funcionamiento fuera similar con independencia del fabricante, sería de gran utilidad para los pacientes y profesionales, tanto de cara al reconocimiento de los dispositivos como al entrenamiento en su uso, que podría ser más intuitivo y directo.
Sin embargo, actualmente existen comercializados en España 4 formatos distintos de dispositivos para administración de adrenalina en pluma precargada, cada uno de ellos con sus peculiaridades y modo de empleo específicos (figs. 1 y 2). Es posible que en el futuro se comercialicen otros, a su vez diferentes.
Así, 2 de los dispositivos presentan un capuchón de seguridad en el extremo contrario a la aguja (fig. 1), otro presenta el capuchón de seguridad en el extremo de la aguja (fig. 2a), y otro tiene un capuchón de seguridad en ambos extremos (fig. 2b).
Por otro lado, en los últimos meses se ha producido la retirada del mercado de uno de dichos dispositivos, que añadido a problemas de suministros de los otros autoinyectores, está obligando a los pacientes a cambiar el dispositivo que ya conocen por otro distinto, con el consiguiente riesgo de error en su utilización. Así, está descrito que cuando se cambia de autoinyector sin un entrenamiento previo puede haber una diferencia en las tasas de éxito de hasta un 50%3.
Los problemas derivados de la presencia en el mercado de diversos autoinyectores, con aspecto y modos de aplicación distintos, deben ser conocidos por los pediatras, y reconocidos por las autoridades sanitarias. Es nuestra responsabilidad conocer el manejo seguro de los autoinyectores (se ha observado que muchos residentes no saben cómo usarlos)4, y enseñar a los niños a los que les prescriba y sus familiares cuándo y cómo deben usarlos, pero debería ser una misión de la administración sanitaria procurar la estandarización de estos dispositivos, lo que facilitaría su uso y evitaría errores.