La transformación de la familia supone uno de los mayores cambios sociales en los últimos 60 años. Hemos evolucionado desde la existencia de un modelo prácticamente único de familia nuclear tradicional, a la multiplicidad de formas de organización de este pilar de la sociedad, secundario a múltiples cambios sociales1,2.

Se obtiene el listado de pacientes de un cupo de pediatría de atención primaria al 1.° de enero de 2019, conformado por 1.096 pacientes menores de 14 años. Se investiga de forma prospectiva durante dos años acerca de la estructura y composición de cada familia hasta el 31 de diciembre de 2020. Empleamos la clasificación de tipos de familia usada por la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia en su curso de psiquiatría del niño y del adolescente3.

Presentamos la revisión de la estructura familiar de un conjunto de menores adscritos a la consulta de pediatría de un centro de salud, que forman parte de un total de 741 familias (tabla 1). El 80% de las mismas (n=593) corresponden a un modelo nuclear clásico. Solo el 10% de todas estas familias tienen tres o más hijos (n=58). El 13% de las familias son monoparentales (n=94), entre las cuales, salvo una, todas están formadas por madres con hijos, donde el 77% (n=72) proceden de madres divorciadas que conviven con sus hijos, mientras que el 10% (n=9) son madres solteras tras decisión unilateral de maternidad (a través de fecundación artificial), el 9% están formadas por madre con hijos fruto de embarazos no planificados y el 4% (n=4) son madres viudas.

El 5% de las familias (n=36) son familias reconstituidas, donde uno o ambos progenitores tienen la tutela de los hijos de una relación anterior. Por otro lado, en nuestro cupo tenemos un total de nueve familias con hijos adoptados, lo que supone un 1% de los modelos de la muestra. Tres familias son homoparentales (menos del 1%), formadas por madres homosexuales con dos hijos. De los menores solos, dos viven en centros de acogida y tres con familias de acogida, tutelados por la administración, suponiendo también menos del 1% del total.

En España, en 2020, la media de integrantes del hogar fue de 2,5 personas. Los hogares más frecuentes fueron los integrados por dos personas, mientras que los formados por cinco o más supusieron solo el 5,8% del total4. En nuestro trabajo, sólo el 10% de las familias eran numerosas, mientras que el 90% (n=535) tienen menos de tres hijos. Los hogares monoparentales han ido en aumento progresivo en los últimos años, mayoritariamente formados por madre con hijos5. En 2013, la mayoría de estas madres eran viudas, mientras que en 2020 se trataba de madres divorciadas4, lo que se corresponde a los datos recogidos en nuestra muestra.

Del análisis de la estructura de las familias adscritas a nuestro centro de salud y la revisión de los datos de los hogares de España, podemos extraer que existen importantes cambios en el modelo tradicional de familia5. En las últimas décadas se han reducido drásticamente los hogares múltiples o complejos. La familia nuclear sigue siendo la más frecuente en nuestro medio, aunque cada vez son menos excepcionales los hijos fruto de uniones no matrimoniales, parejas sin descendencia, parejas con hijos procedentes de uniones anteriores, familias homoparentales y monoparentales5,6. Dentro de este último tipo, la tutela y convivencia de los hijos con la madre es lo más frecuente, representado las madres divorciadas con hijos el 77% de los hogares monoparentales de nuestro cupo.

La figura del pediatra está íntimamente ligada no solo al propio paciente, sino a la familia y personas que acompañan al niño, por lo que es frecuente que se le solicite consejo sobre situaciones relacionadas con la interacción de los diversos miembros que conviven en cada familia.1

Será labor del pediatra de atención primaria reconocer que vivimos en una sociedad en continua transformación, cuyo reflejo son los nuevos modelos familiares. No existe un modelo idóneo para un buen desarrollo de los hijos y no parece adecuado atribuir patología a la existencia de un modelo familiar diferente3,5,6. El niño precisará una estructura familiar clara y existencia de un adulto totalmente disponible y empático con capacidad de satisfacer las necesidades emocionales, psíquicas y físicas, así como tiempo disponible parar ejercer estas funciones. Es imprescindible que los padres puedan aportar seguridad y continuidad en los cuidados y discriminen sus propias necesidades de la de sus hijos, lo que se puede conseguir dentro de múltiples contextos familiares.3,6