El cierre percutáneo de comunicación interauricular tipo ostium secundum (CIA-OS) con Amplatzer es una práctica frecuente, generalmente exenta de riesgos. No obstante, siempre hay que tener en cuenta la posibilidad de complicaciones mayores.
Presentamos el caso de un paciente de 11 años diagnosticado a los 2 años de edad de CIA-OS de 18×20mm, con repercusión clínica y hemodinámica, y bloqueo auriculoventricular (BAV) de primer grado, con un PR de 200ms. A los 4 años, se indica cierre percutáneo, y se coloca un dispositivo Amplatzer de 30mm, tras lo cual presenta, de forma inmediata, un BAV avanzado asintomático (fig. 1).
Posteriormente sigue revisiones en consulta de cardiología pediátrica sin incidencias. En el último electrocardiograma (ECG) Holter de control, 5 meses antes del comienzo de la clínica, la frecuencia ventricular media era de 69lat/min, con frecuencia cardíaca (FC) mínima de 41lat/min y FC máxima de 126lat/min. El intervalo RR de mayor duración fue de 1,54s. En la ecocardiografía se observaba el dispositivo normoposicionado, con discreta dilatación del ventrículo izquierdo, normofuncionante, sin otros hallazgos de interés.
A los 11 años de edad (7 años después de la colocación del dispositivo), comienza de forma brusca con clínica de vómitos, mareos y malestar general, y se objetivan bradicardias severas de hasta 30lat/min, por lo que precisa traslado urgente a un centro terciario, para colocación de marcapasos.
Se realiza estudio electrofisiológico, con el diagnóstico de bloqueo auriculoventricular suprahisiano de segundo grado sintomático. Posteriormente, se implanta marcapasos intravenoso bicameral en modo DDDR. Desde entonces el niño permanece sin clínica.
Los casos de complicaciones tras cierre percutáneo de CIA-OS con dispositivo Amplatzer son poco frecuentes y, generalmente, se trata de complicaciones menores y/o transitorias1,2,4 (pequeñas comunicaciones residuales, arritmias transitorias, hematomas en el acceso vascular…).
En la literatura encontramos algunos casos aislados de complicaciones mayores, como trombosis de vena cava inferior tras el cateterismo2 o perforación de aurícula derecha y aorta ascendente5.
Lin et al3 presentan el caso de un niño de 9 años quien, tras cierre percutáneo de CIA con Amplatzer, presenta un BAV completo. Hay que destacar que en este paciente se trata de un BAV transitorio y de curso benigno, que con tratamiento con prednisolona se resuelve, progresivamente, hasta un BAV de primer grado a los 35 días del procedimiento.
En nuestro paciente, la evolución del bloqueo fue tórpida, que fue sintomático con riesgo vital y precisó implante de marcapasos permanente.
Otra cuestión a replantear con este caso es la relación riesgo/beneficio del cierre percutáneo en niños con CIA grandes, ya que necesitan dispositivos de gran tamaño. El conflicto de espacio que se genera aumenta el riesgo de daño de las estructuras adyacentes, como el nódulo AV.
Por otro lado, cabe señalar que, antes de la colocación del dispositivo, nuestro niño ya presentaba un BAV de primer grado, por lo que no podemos saber si la evolución en la progresión del bloqueo habría sido o no la misma si el cierre de la CIA se hubiera realizado mediante cirugía cardíaca.