Sr. Editor:
El síndrome de Asperger (SA) es un trastorno generalizado del desarrollo. En las últimas décadas se está constatando un incremento en su prevalencia. Presentamos un caso que se diagnosticó a una edad más precoz que la habitual y en el que el trastorno hipercinético fue la primera manifestación. Se describen las dificultades diagnósticas y de tratamiento del paciente; destaca la presencia de hiperprolactinemia como efecto colateral del uso de risperidona.
Varón que en su primer año de vida presenta actividad constante e incapacidad de acatar ninguna orden. Cinco meses más tarde, siguen conductas de oposición y movimientos estereotipados de balanceo del cuerpo o cabeceo cuando ve la televisión; el niño se muestra agresivo a la hora de compartir los juguetes.
A los 3 años y medio presenta un interés especial por las señales de tráfico, es capaz de reconocerlas todas y pasa muchas horas dibujándolas. También conoce el abecedario y sabe contar hasta cifras elevadas.
Las pruebas complementarias, estudio hematológico y bioquímico, son normales.
Con la sospecha de SA se le envía a psiquiatría infantil, y se confirma el diagnóstico (F84 en la Clasificación Internacional de las Enfermedades [CIE-10]) y también un trastorno hipercinético (F9). Debido a la reiteración de actividad constante, especialmente en sus áreas de interés, así como la agresividad, se trata con risperidona en una dosis inicial de 0,5mg al día, para luego llegar a 2mg al día. La tolerancia clínica fue buena y la familia comprueba una mejoría en su comportamiento. A las 10 semanas se detecta una concentración de prolactina de 69ng/ml (normal: 3 a 17ng/ml). La tirotropina es de 3,270¿U/ml (normal: 0,340 a 5,600). Durante el período de tratamiento no se observan modificaciones importantes en su peso y talla, ni se aparecia ginecomastia.
En 1944, el pediatra austríaco Hans Asperger1 describió por primera vez el SA. Comparte características similares con el autismo; sin embargo, no hay un retraso en el desarrollo del lenguaje, y este hecho hace que habitualmente se demore su diagnóstico hasta la edad preescolar2.
El SA está clasificado en la CIE-10 y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR) como una entidad específica dentro de los trastornos generalizados del desarrollo e independiente del autismo, debido a las diferencias clínicas, neuropsicológicas y evolutivas. No hay ninguna prueba biológica que permita confirmarlo, por lo que se diagnostica sobre la base de unos criterios clínicos3,4.
La etiología de este trastorno es de causa desconocida. Se calcula que hay una prevalencia de 2 a 4 casos por cada 10.000 niños, con una frecuencia de hasta 3¿5 veces superior en varones5.
Con frecuencia aparecen comorbilidades, como déficit de atención con o sin hiperactividad-impulsividad. Para muchos, la hiperactividad forma parte del SA. Muestran un pobre ajuste psicosocial y experimentan más síntomas obsesivocompulsivos y miedo a daños físicos que los niños clínicamente ansiosos6,7.
Se han descrito pacientes afectados de este trastorno en asociación a macrosomía y trastorno de identidad sexual, hecho que puede considerarse aislado y no frecuente en el SA8.
No hay ningún tratamiento farmacológico curativo para el SA, pero es importante tratar algunos síntomas como hiperactividad, impulsividad e inatención que pueden mejorar con psicoestimulantes, como el metilfenidato9.
Los comportamientos agresivos disminuyen con el uso de antipsicóticos atípicos, como la risperidona (con menos efectos secundarios extrapiramidales que los típicos, como el haloperidol). Este tipo de fármacos administrados durante un largo período de tiempo pueden producir hiperprolactinemia que, a su vez, puede provocar manifestaciones clínicas como ganancia de peso, polidipsia y polifagia, alteraciones en el ciclo menstrual, galactorrea, ginecomastia, retraso tanto del crecimiento como del desarrollo puberal, osteopenia y, en adultos, disminución de la fertilidad. La elevación de prolactina como efecto secundario del tratamiento con risperidona se ha descrito en niños, no siempre con significación clínica10.
En nuestro paciente, el primer motivo de preocupación fue la actividad excesiva. Los síntomas más específicos, como el interés por temas curiosos, como las señales de tráfico y los números, aparecieron más adelante (alrededor de los 3 años) y no los relató la madre, sino que tuvieron que preguntarse.
Con la comunicación de este caso hemos querido poner de manifiesto que trastornos aparentemente aislados, como la hipercinesia, pueden ser la forma de manifestación de procesos más complejos, como el SA. Dado que la comorbilidad es muy frecuente en el Asperger, los niños pueden requerir tratamientos con fármacos durante largos períodos de tiempo. La risperidona se ha descrito como uno de los fármacos más ampliamente estudiados para los problemas de conducta en jóvenes con autismo y trastornos del espectro autista, se considera segura y eficaz, si bien se precisan más investigaciones para establecer la relación entre riesgo y beneficio de este agente en tratamientos prolongados.