Escribimos el siguiente texto con relación a la carta al editor publicado en referencia a nuestra carta científica previa «Embarazo en adolescentes en los últimos 11 años. Motivos de consulta y factores de riesgo», en el cual se analizan los factores de riesgo obstétricos y perinatales de las madres adolescentes1.
En primer lugar, nos gustaría felicitar a los autores por la excelsa revisión que han realizado de este tema. La amplia muestra en la que se realiza el estudio permite reflejar el cambio que hay en la actualidad respecto a lo descrito en la literatura, de manera que el embarazo en adolescentes deja de ser condición de riesgo para las complicaciones obstétricas y perinatales.
La revisión realizada por los autores confirma que el embarazo en adolescentes es más frecuente en chicas de nacionalidad extranjera, tal y como se había descrito en nuestro estudio. Sin embargo, en su carta al editor no se describen otros factores de riesgo que se han demostrado asociados al embarazo en este grupo etario, como los trastornos psiquiátricos, el consumo de drogas, el ambiente social conflictivo o el fracaso escolar. Consideramos que analizar estos antecedentes en una muestra de 264 embarazos, como la que disponen los autores, arrojaría mucha información a este tema1. De confirmarse la mayor prevalencia de estos factores de riesgo en una muestra tan amplia, detectados en nuestro trabajo previo2, podrían servir como banderas rojas para el clínico a la hora de atender a pacientes adolescentes y, por tanto, facilitar el diagnóstico de embarazo que, como ya se mencionó, requiere un alto índice de sospecha.
Por otro lado, en nuestro trabajo2 se describieron los factores de riesgo relacionados con las adolescentes embarazadas, pero no así los datos obstétricos y perinatales de aquellos en los que se produjo el nacimiento. La revisión de nuestra base de datos está basada en 19 embarazos en chicas menores de 18 años, de las que se pudo recuperar los datos del seguimiento de 15 y fueron 4 las que no realizaron interrupción voluntaria del embarazo. Las 4 pacientes iniciaron el trabajo del parto de forma espontánea, tuvieron recién nacidos a término por partos eutócicos, ninguno de ellos precisó reanimación neonatal y el peso al nacimiento fue adecuado en 3, ya que en uno de ellos no se pudo recuperar este dato. Estos resultados, a pesar de tratarse de una muestra muy pequeña, apoyan lo descrito previamente por los autores.
Para concluir, y en vista de los datos de ambos trabajos, los embarazos en adolescentes tienen un importante impacto psicológico, social y económico en estas pacientes, no así en el parto ni en el periodo neonatal. Por tanto, parece importante tener en cuenta los factores de riesgo relacionados con el embarazo en adolescentes3, con el fin de evitarlos y, cuando no es posible, diagnosticarlos de forma precoz para que se pueda hacer una planificación familiar adecuada, sin tener que tomar medidas especiales desde el punto de vista ginecológico y obstétrico.