En relación a la carta titulada «La importancia de ser cuidadosos con los conceptos en los trastornos del espectro autista», como primera autora del manuscrito «Rasgos clínicos sugestivos de trastorno del espectro autista como manifestación de sensibilidad al gluten no celíaca», deseo expresar, así mismo, mi opinión, no sin antes agradecer el interés suscitado por mi artículo.
Desde el campo de la gastroenterología y de la nutrición pediátrica no existe, por lo general, tanta reticencia a la hora de realizar intervenciones dietéticas. Con una prevalencia estimada en la población general de la sensibilidad al gluten no celíaca del 6%1, y de entre el 1,9 y el 4,9% para la alergia a la proteína de leche de vaca en la población infantil europea2, no es ilógico pensar que en nuestros pacientes afectos de trastornos del espectro autista (TEA), en los cuales se ha constatado un aumento de permeabilidad intestinal3 y una alteración de su microbiota, y en los que abunda la sintomatología digestiva3, estas proteínas altamente inmunógenas pudieran estar de algún modo implicadas. En estos pacientes se ha constatado un efecto beneficioso de la dieta sin gluten y sin caseína sobre la permeabilidad intestinal3.
Un estudio mostró (basándose en la valoración realizada por los padres) que aquellos pacientes con TEA que presentaban más síntomas digestivos, alergias o intolerancias a alimentos eran los que con mayor probabilidad mejoraban la sintomatología autista tras la intervención con dieta4.
La ausencia, a día de hoy, de evidencia científica suficiente para hacer dichas recomendaciones podría deberse en parte a la dificultad para la realización de ensayos clínicos en este campo. La monitorización de la dieta es compleja, los resultados esperables lo son a largo plazo, y la financiación de estos estudios resulta frecuentemente difícil de obtener.
Estas dietas deberían ser siempre supervisadas por un pediatra experto en nutrición, quien asegurara un adecuado aporte de todos los nutrientes.
En lo que respecta al posible «factor de aislamiento» que puede sufrir el paciente como consecuencia de la dieta, encontramos en nuestra práctica clínica habitual que, dada la elevada prevalencia de la enfermedad celíaca y al aumento del número de individuos que, sin ser celiacos, bien por bien por indicación médica, bien por decisión propia, siguen una dieta sin gluten, al menos en lo que respecta a la dieta sin gluten este aspecto ha mejorado en los últimos años.