Varón de 11 años y 11 meses de edad que consulta en el servicio de urgencias de nuestro hospital por presentar un cuadro de 11 días de evolución de tortícolis, que comienza de forma brusca y sin traumatismo previo. El día anterior al inicio de la sintomatología presentó diarrea y vómitos que fueron tratados con metoclopramida. Los últimos 3 días el niño refería cefalea. Habían acudido en múltiples ocasiones al servicio de urgencias de otro hospital, donde fue valorado por pediatras y traumatólogos; también habían consultado con fisioterapeutas e incluso, habían acudido a la medicina alternativa. Se le diagnosticó de contractura cervical y recibió distintos tratamientos, todos sin éxito. Como antecedentes personales destacaba un viaje a Egipto en la semana previa al inicio cuadro. En la exploración física destacaba una posición anómala y forzada de la cabeza, ladeada hacia el lado derecho con elevación del hombro del mismo lado. El paciente no colaboraba en la exploración neurológica, presentaba una ligera dismetría sólo de manos, con cierta inestabilidad en la marcha pero sin ataxia. En la urgencia se decide realizar tomografía computarizada (TC) craneal y analítica sanguínea que fueron normales.
Durante su ingreso se observaron ciertas actitudes que llamaban la atención como no colaborar en la exploración, la posición cambiaba cuando el niño estaba solo, llegando casi a normalizarse durante el sueño. Con la sospecha de que pudiera tratarse de un cuadro psicosomático indagamos en la historia clínica, encontrando muchos factores estresantes al que el niño no quería, ni creía, poder enfrentarse: pubertad y cambio, regreso del viaje a Egipto, accidente de tráfico de primo cercano, exigencia familiar, sobrecarga extraescolar, situación de examen, situación conflictiva con su grupo de amigos del colegio con absentismo escolar de 4 semanas, problemas de conciliación del sueño, rechazo parental de la etiología no orgánica.
No obstante, por la presión parental y las dudas médicas, que siempre existen, se le realizó una exploración bajo sedación y una resonancia magnética (RM) craneomedular que fueron normales. El niño fue dado de alta con el diagnóstico de trastorno conversivo.
Al cuarto día tras el alta el paciente vuelve a la consulta con una postura normal, la cual cedió tras volver al colegio y verse aceptado por sus compañeros y al haber realizado, aunque no superado, las pruebas de selección para jugar en un equipo de fútbol.
Conclusiones1) La patología psicosomática en el adolescente es muy frecuente; los pediatras debemos conocerla y saberla manejar. 2) Ante un paciente adolescente, es fundamental conocer su situación social, sus miedos y preocupaciones, ofreciendo nuestro apoyo como médicos durante la pubertad, un momento de cambios y dudas. 3) Ante un adolescente con una historia clínica incongruente debemos sospechar una patología psicosomática e intentar no realizar pruebas complementarias innecesarias que pueden causar iatrogenia e incluso reforzar la sintomatología. 4) Nuestro objetivo debe ser encontrar ese equilibrio, aunque hoy en día esto resulta difícil debido a la enorme presión externa, que obliga en ocasiones a ejercer una medicina defensiva.