Con la denominación de talla baja idiopática (TBI) se agrupan una serie de entidades clínicas de etiología desconocida que tienen en común un retraso crónico de crecimiento con talla inferior a −2 desviaciones estándar (DE), con preservación de la armonía entre los segmentos corporales y en las que, en su evolución espontánea, las expectativas de talla adulta son inferiores a −2 DE. Es un diagnóstico de exclusión que exige una evaluación clínica, bioquímica, hormonal y molecular minuciosa con el objetivo de descartar cualquier etiología conocida del retraso de crecimiento, especialmente el retraso constitucional del crecimiento y desarrollo (RCCD).
La TBI es un diagnóstico frecuente entre los pacientes que consultan por retraso de crecimiento, existiendo lagunas y controversias sobre su abordaje diagnóstico y terapéutico. Este documento de consenso recoge información actualizada sobre la definición, diagnóstico y tratamiento de la TBI, y aporta datos y recomendaciones que no han sido contemplados en documentos anteriores.
Idiopathic short stature (ISS) refers to all clinical conditions involving an alteration of growth (height<−2 SD) of unknown cause, with preservation of proportionality among body segments, with the expectation of adult height < −2 SDS, and in which a diagnosis of constitutional delay of growth and development has been previously ruled out. ISS is an exclusion diagnostic which requires clinical, biochemical, hormonal and molecular studies in order to rule out all known causes of growth retardation and short stature.
ISS is a frequent diagnosis among children with short stature. Despite its frequency, there is still controversy on the best diagnostic and therapeutic approach when treating patients with ISS. This consensus document contains updated information on the definition, diagnosis and treatment of ISS, and provides new data and recommendations that have not been addressed in previous documents.
Con la denominación de talla baja idiopática (TBI) se agrupan una serie de entidades clínicas de etiología y fisiopatología diversa y desconocida que tienen por común presentarse clínicamente como un retraso crónico de crecimiento y talla baja armónica. Es un diagnóstico de exclusión que exige una evaluación clínica, bioquímica, hormonal y molecular minuciosa con el objetivo de descartar cualquier etiología conocida del retraso de crecimiento1–8.
En los últimos años, al conocerse su etiología, diversas entidades clínicas se han ido desgajando del concepto de TBI y así es esperable que siga ocurriendo en los próximos años. Sin embargo, estas entidades representan un número muy escaso del total de pacientes diagnosticados de TBI y ésta sigue siendo un diagnóstico frecuente entre los pacientes que consultan por talla baja. Por otro lado, se han evaluado nuevos tratamientos como la hormona de crecimiento (GH) (aprobado su uso en Estados Unidos), y están en fase de valoración otros agentes como los inhibidores de la aromatasa y el factor de crecimiento similar a la insulina de tipo I (IGF-I). Todos estos hechos han llevado a que diversas sociedades científicas pediátricas como la European Society for Paediatric Endocrinology (ESPE), la Growth Hormone Research Society (GHRS) y la Lawson Wilkins Pediatric Endocrine Society (LWPE), (actualmente Pediatric Endocrine Society) auspiciasen un consenso sobre su diagnóstico y tratamiento que fue publicado en el año 20082.
En nuestro país, a un grupo de pediatras endocrinólogos, nos ha parecido oportuno recopilar en este documento información actualizada sobre su definición, diagnóstico y tratamiento, aportando datos y consideraciones que no habían sido contempladas en documentos anteriores.
Talla Baja Idiopática (TBI) y Retraso Constitucional del Crecimiento y del Desarrollo (RCCD). Concepto y rasgos diferencialesLa TBI agrupa un conjunto de entidades clínicas con proporciones armónicas entre los segmentos corporales, en las que existe una alteración del crecimiento de etiología desconocida. Es una definición auxológica, e implica que la talla sea inferior a −2 desviaciones estándar (DE) de la de la población de referencia de la misma edad, sexo y estadio de desarrollo puberal. Cuando uno o varios miembros de la familia (padres, tíos, abuelos, hermanos, primos) presentan también talla baja hablamos de TBI con componente familiar y cuando esto no ocurre, de TBI sin componente familiar. Ambas situaciones pueden asociar o no cierto grado de retraso madurativo o del desarrollo. Los cuadros clínicos en los que, existiendo un componente familiar de retraso del desarrollo y del crecimiento durante la prepubertad y/o pubertad, pero en los que los familiares que lo presentaron alcanzaron una talla adulta normal, constituirían en sentido estricto el cuadro clínico conocido como retraso constitucional del crecimiento y del desarrollo (RCCD)1–8.
El consenso de GHRS, LWPES y ESPE sobre TBI, incluyó el RCCD como una más de las entidades clínicas que forman parte de la TBI2. Sin embargo, esta consideración es desde nuestro punto de vista discutible, ya que si bien es cierto que en el RCCD existe una talla baja de la que no conocemos su etiología y en este sentido podría ser incluido dentro de la TBI, es también cierto que en su evolución espontánea la talla adulta alcanzada está en los límites de la normalidad, cosa que no ocurre en el resto de situaciones clínicas incluidas en la TBI. Además, el tratamiento actual propuesto para el RCCD (observación clínica, inducción de la pubertad con pequeñas dosis de esteroides gonadales cuando proceda) es muy diferente del que se está proponiendo en el resto de situaciones clínicas incluidas en la TBI (GH, inhibidores de la aromatasa, IGF-1). Son éstas las razones que nos llevan a considerar que los pacientes con RCCD no deberían ser incluidos en el concepto de TBI.
No obstante, hemos de señalar que el diagnóstico de RCCD no siempre es fácil y no se confirma hasta llegar a la talla adulta por lo que es necesario realizar un seguimiento continuo y meticuloso de estos pacientes hasta el final de su crecimiento. El RCCD puede manifestarse en sus formas más intensas ya durante el desarrollo prepuberal como un cuadro clínico de talla baja asociada a gran retraso de la maduración ósea (en general más de dos-tres años respecto a la edad cronológica) y normalidad de todas las funciones endocrinas y metabólicas. Este cuadro clínico también puede observarse en ciertas formas de TBI que asocien cierto grado de retraso madurador. Los valores de talla adulta de los familiares que también lo presentaron pueden ser clave para diferenciar ambas formas. En el RCCD los familiares que presentaron RCCD tendrán una talla adulta normal mientras que en el retraso de desarrollo asociado a talla baja familiar, la talla adulta será baja (inferior a −2 DE).
Las formas menos intensas de RCCD se manifiestan como un retraso de crecimiento en edades próximas al inicio del desarrollo puberal, o en la edad de inicio del desarrollo puberal y la talla baja se acrecienta con el retraso puberal, recuperándose espontáneamente cuando éste se inicia alcanzándose siempre una talla adulta normal. En estos casos el crecimiento prepuberal fue casi siempre normal. Sin embargo, dado que otras entidades clínicas, en particular los trastornos de la función gastrointestinal9,10 y la hipoalimentación11,12 pueden estar en el origen del retraso puberal, estas entidades han de ser descartadas, aunque exista el contexto familiar de RCCD.
En resumen, nosotros proponemos que en la definición de TBI no sólo se contemple que la talla sea inferior a −2 DE de la correspondiente a la población de referencia de la misma edad, sexo y estadio de desarrollo puberal, sino también que las expectativas de alcanzar una talla adulta en su evolución espontánea sean también patológicas (inferiores a −2 DE), lo que implica excluir todos los casos sospechosos de RCCD. Consecuentemente, en este documento utilizaremos el término de TBI para referirnos a todos los sujetos con talla baja idiopática en los que el RCCD haya sido previamente excluido.
Siendo la definición de talla baja una definición auxológica es neceesario disponer de estudios poblacionales actualizados de talla y peso1–8. Afortunadamente, en nuestro país contamos con estudios recientes tanto de tipo transversal13–15 como longitudinal13,16–19. Los primeros son útiles para valorar el peso y la longitud del recién nacido desde la semana 26 a la 42 de edad gestacional y también para valorar la talla prepuberal y adulta. Los segundos, proporcionan datos diferenciados por grupos maduradores según la edad en la que inician el brote de crecimiento puberal y son útiles para valorar el crecimiento en esta fase además de la velocidad de crecimiento a cualquier edad. Estos estudios corresponden a la población caucásica española. Respecto a la población inmigrante los datos correspondientes a la población de origen magrebí y subsahariano nacida en España son similares a los de la población caucásica. No se dispone de datos correspondientes a otras etnias que actualmente conviven en nuestro país (ver Estudios Españoles de Crecimiento 2010 en webs de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica y de la Asociación Española de Pediatría)20,21.
Prevalencia de la TBILa talla baja es un motivo de consulta frecuente en Endocrinología Pediátrica siendo esta percepción más frecuente en niños que en niñas22–24. Sin embargo los datos que tenemos sobre la prevalencia del diagnóstico de TBI entre todos los niños que consultan por talla baja son escasos y proceden de estudios con mayor o menor grado de sesgo. Los estudios farmacoepidemiológicos Pfizer International Growth Database (KIGS) y The National Cooperative Growth Study (NCGS), mostraron que el 9,1% del total de 57.968 pacientes y el 17% del total de 47.223 pacientes, respectivamente, incluidos en ellos fueron catalogados como TBI25,26. En nuestro país, un estudio reciente realizado en 21 centros de Endocrinología Pediátrica y en el que se evaluaron de forma consecutiva 363 pacientes que consultaban por talla baja, ha mostrado que en el 26,2% de los sujetos el diagnóstico fue de TBI y que en el 75,8% las causas de talla baja correspondían a otras etiologías27. De cualquier forma, dada la dificultad inherente a la definición del concepto de TBI, indicar su prevalencia es muy dificultoso, pues siempre habrá sesgos en función de los criterios diagnósticos utilizados.
Diagnóstico de TBILa elaboración de una historia clínica detallada, un examen físico minucioso y la realización de estudios bioquímicos y hormonales que descarten cualquier patología conocida y en particular el RCDD, son esenciales para su diagnóstico1–8. En la tabla 1 se recogen las pruebas complementarias y las respectivas patologías que éstas descartan, en la evaluación del paciente con talla baja 1-8,28–30. Los criterios diagnósticos y el algoritmo diagnóstico de la TBI están recogidos en la tabla 2 y en la figura 1, respectivamente.
Pruebas complementarias en la evaluación de talla baja
Prueba | Patología por descartar |
Hemograma, Metabolismo del Hierro | Anemia; infecciones |
Bioquímica básica incluyendo ionograma | Enfermedades renales; enfermedades del metabolismo fosfocálcico |
Equilibrio ácido-base | Acidosis tubular renal |
Anticuerpos antitransglutaminasa y antiendomisio. | Enfermedad celíaca y otros tipos de malabsorción |
IgA total | |
TSH, T4L | Hipotiroidismo |
Orina: pH, densidad, glucosa, proteínas | Enfermedad renal |
Cortisol libre en orina (si obesidad presente) | Síndrome de Cushing |
Eje GH-IGF-I-proteínas de transporte (IGFBP-3, ALS)a | Deficiencia de GH |
Resistencia periférica al mecanismo de acción de la GH (receptor GH, vías de señalización intracelular, IGF-I, receptor IGF-I, ALS) | |
Estudios genético-moleculares | Síndrome de Turner en niñas (cariotipo) |
Síndrome Noonan | |
Mutaciones gen SHOX | |
Radiografía de mano y muñeca izquierda | Maduración ósea |
Serie ósea (sólo en caso de encontrar en la exploración auxológica desproporción en los segmentos corporales y en los que tienen una talla muy baja con respecto a la talla parental) | Displasias óseas |
RM cerebral (en niños sin clínica de patología intracraneal o defectos de línea media no hay indicación para su realización. Se realizará sólo si el estudio auxológico y las pruebas bioquímicas sugieren alteración del eje GH-IGF-1) | Hipopituitarismo |
GH: hormona de crecimiento. IGF-I: insulin-like growth factor-I. IGFBP-3: IGF-binding protein-3. RM: resonancia magnética. T4L: tiroxina libre. TSH: hormona estimulante del tiroides.
Criterios diagnósticos de TBI
1. Talla inferior a −2 DE de la correspondiente a sujetos de la misma edad, sexo y grado de desarrollo puberal junto a expectativas de que la talla adulta sea también baja (inferior a −2 DE). |
2. Longitud y peso al nacimiento normales para la edad gestacional |
3. Proporciones corporales normales sin evidencias de alteraciones esqueléticas |
4. Ausencia de anomalías fenotípicas y rasgos dismórficos que sugieran cromosomopatías |
5. Funciones gastrointestinal, hepática, cardíaca, pulmonar y renal normales |
6. Ausencia de problemas nutricionales |
7. Ausencia de trastornos psico-afectivos graves |
8. Ausencia de alteraciones metabólicas |
9. Función endocrinológica normal incluyendo la secreción de GH |
10. Exclusión de los casos sospechosos de RCCD |
11. Exclusión del síndrome de Turner en las niñas |
12. Exclusión del síndrome de Noonan |
13. Exclusión de mutaciones en el gen SHOX |
14. Exclusión de mutaciones en genes relacionados con el mecanismo de acción periférica de la GH (receptor de GH, vías de señalización intracelular, IGF-I, receptor IGF-I, ALS) |
Para establecer el diagnóstico de TBI se debe descartar una deficiencia de GH1–8,31,32. Este proceso conlleva la determinación de niveles plasmáticos de GH, IGF-I e IGFBP-3. Sin embargo, la interpretación individualizada de sus resultados no siempre es sencilla y plantea muchos problemas en la práctica clínica diaria.
La valoración clínica de la secreción fisiológica de GH es difícil debido a que esta hormona se segrega en forma pulsátil fundamentalmente durante el sueño y además tiene una vida media muy corta, entre 20-30 minutos33. La secreción espontánea, evaluada en las primeras 3-4 horas de sueño, o durante las 12 ó 24 horas del día permite conocer la amplitud y frecuencia de los pulsos secretores de GH. Sin embargo, es un procedimiento costoso que requiere hospitalización y que además presenta dudas sobre su reproducibilidad, variando los valores obtenidos de un día a otro. Por estas razones esta prueba no se ha generalizado, quedando reservada para estudios clínicos realizados por grupos que dispongan de la estructura adecuada convenientemente validada2.
En la clínica se valora la capacidad de secreción de GH en respuesta a dos estímulos, siendo los más utilizados ejercicio, hipoglucemia insulínica, arginina, hipoglucemia insulínica más arginina, clonidina, L-dopa, propranolol, glucacón, glucagón+propranolol, ejercicio+propranolol. De todos ellos, el ejercicio es el más fisiológico y el menos agresivo, aunque es difícil de realizar en niños de corta edad. El resto tienen efectos secundarios, algunos de ellos potencialmente graves (hipoglucemia, hipotensión, bradicardia, broncoespasmo) y representan la respuesta de GH ante situaciones agudas no fisiológicas, cuya reproductibilidad y significado fisiológico, es discutible32,34–39. Además, la selección del tipo de prueba de estimulación de GH varía considerablemente según el hospital y el país, habiéndose identificado hasta más de 13 estímulos diferentes36.
El estímulo ideal sería aquel que fuese altamente reproducible, que generase un estímulo potente de secreción de GH y que tuviera un perfil de seguridad favorable 6,38. Desafortunadamente este estímulo no existe. Entre los factores de confusión6,32,35,38 en la valoración de la respuesta de GH a los estímulos destacaríamos: 1) los límites de corte para definir la normalidad y la patología son arbitrarios, han pasado de 5 ng/ml, a 7 ng/ml y últimamente a 10 ng/ml, sin justificación científica; 2) la unificación de los límites de corte para las pruebas más utilizadas no se corresponde con la realidad, existiendo pruebas más potentes que otras, aunque esa potencia no es similar en todos los pacientes; 3) no ha sido posible definir un patrón ideal contra el que pudieran compararse los resultados obtenidos en las diversas pruebas de estimulación, dificultando así la definición de su sensibilidad y especificidad; 4) falta de homogeneidad en la respuesta del mismo paciente ante dos estímulos diferentes; ante un estímulo, la respuesta puede situarse en límites deficitarios y ante otro estímulo, en límites normales; 5) falta de homogeneidad en la respuesta a estímulos pareados entre los diversos pacientes; por ejemplo, mientras en unos pacientes la hipoglucemia es un estímulo más potente que el ejercicio+propranolol, en otros pacientes ocurre lo contrario; 6) variabilidad metodológica en la realización de la misma prueba en diversos centros; y 7) variabilidad en la cuantificación de la GH plasmática en función del método utilizado: la cuantificación de la misma muestra puede variar de simple a doble.
Con el objetivo de potenciar la respuesta a la GH, algunos grupos priman previamente con esteroides sexuales. Con este procedimiento se intenta mimetizar la pubertad, que es la época del desarrollo en donde la secreción de GH alcanza su máximo nivel34. Existen diversos protocolos de impregnación con esteroides, pero hasta el momento no existen estudios comparativos al respecto. Sin embargo, hemos de señalar que, tanto en los pacientes en edad prepuberal como con retraso puberal, esta impregnación no es fisiológica. A los pacientes prepuberales les coloca en una situación farmacológica de hiperandrogenismo o de hiperestrogenismo (según el sexo) que, en nada, refleja su situación real. Pensamos que en los pacientes con retraso puberal y en los maduradores muy tardíos la mejor impregnación es la fisiológica, valorando la secreción de GH cuando la pubertad se haya iniciado.
De acuerdo con los datos actuales, los estímulos de secreción de GH servirían para identificar la deficiencia grave de secreción de GH (respuesta muy deficitaria, picos de GH < 5 ng/ml, en ambos estímulos de secreción de GH). Sin embargo, su utilidad sería más dudosa para el diagnóstico de situaciones clínicas en las que una deficiencia relativa de secreción de GH pudiese estar implicada en la génesis de la baja talla (respuesta normal en un estímulo y deficitaria en el otro). Por otro lado la secreción normal o elevada de GH en dos estímulos, junto con valores bajos de IGF-I no siempre se asocia a resistencia periférica al mecanismo de acción de la GH, sino que entidades como la secreción de moléculas de GH con actividad biológica disminuida u otras aún no identificadas e incluidas en la TBI también podrían dar ese cuadro clínico. Si bien un test de generación de IGF-1 podría ayudar a su catalogación, éste no está bien estandarizado y presenta una amplia variabilidad en su respuesta 2,40. La valoración de la velocidad de crecimiento en respuesta a un tratamiento corto (6-12 meses) con GH puede ser una metodología más útil para discernir si estos pacientes responden o no al tratamiento con GH y pueden beneficiarse de él6,35. En resumen existen muchos interrogantes sobre la interpretación de los datos obtenidos con los estímulos secretores de GH y es motivo de discusión su utilidad clínica para informarnos si un paciente con talla baja puede responder o no al tratamiento con GH y decidir qué pacientes pueden beneficiarse de un tratamiento con GH y quienes no35,38,41–43.
Los niveles plasmáticos de IGF-I e IGFBP-3 están influenciados no sólo por la secreción de GH sino también por la edad, grado de desarrollo puberal, IMC y tipo de análisis utilizado, siendo muy amplios los límites de sus valores de normalidad, incluso cuando éstos se agrupan en función de la edad y desarrollo puberal. Estos hechos limitan su utilidad clínica para el diagnóstico individualizado y hacen de ellos un parámetro más, junto con la evaluación auxológica, bioquímica y hormonal, en el estudio de los pacientes con TBI2,6,31,40,44–46.
Tratamiento de la TBIAntes de instaurar un tratamiento se debe tener claro que su objetivo principal es el bienestar del niño y que no ha de tener efectos secundarios que repercutan sobre su salud ni a corto ni a largo plazo. Si bien es cierto que la apariencia física ejerce una influencia importante sobre el entorno social de la persona y, por lo tanto, podría llegar a afectar el desarrollo personal y social de la misma, una mayor estatura no está necesariamente ligada a una mejoría en el desempeño psicosocial ni en la calidad de vida47. Por tanto, es necesario sopesar a conciencia los riesgos y beneficios del tratamiento que se vaya a instaurar.
Hormona de crecimiento recombinanteLa GH está siendo utilizada desde hace más de 50 años (la molécula recombinante desde 1985) en el tratamiento de los trastornos del crecimiento secundarios a una gran variedad de patologías: déficit de GH, síndrome de Turner, insuficiencia renal crónica, niños nacidos pequeños para su edad gestacional sin recuperación postnatal de la talla a los 4 años de edad, síndrome de Prader-Willi y defectos moleculares del gen SHOX.
El uso de la GH en el tratamiento de la TBI fue aprobado en EE. UU. en el año 2003, estando basado en criterios auxológicos (talla ≤ −2,25 DE), variando la dosis entre 42,8 y 52,8μg/kg/día. Si la respuesta al tratamiento se considera inadecuada (ganancia < 0,3 DE de talla durante el primer año) las dosis de GH pueden aumentarse2.
Los datos de los que disponemos actualmente, parecen indicar que la utilización de GH en el tratamiento de la TBI sería segura y eficaz para promover el crecimiento en un porcentaje de pacientes, aunque con un grado variable en la respuesta individual35,48–55, tabla 3. Hemos de señalar que casi todos los estudios se iniciaron en series de pacientes de edades avanzadas, en general superiores a 9-11 años de edad y en muchos de ellos los pacientes entraron en pubertad en el curso del primer año de tratamiento con GH. En estos estudios se observó que el aumento promedio en la talla adulta tras 4-7 años de tratamiento era variable y dependiente de la dosis, con un alto grado de dispersión de los valores individuales, en concordancia con la heterogeneidad de los pacientes incluidos. Con dosis de 28,5-34μg/kg/día la ganancia media osciló entre 0,93 y 1,55 DE de talla. Con dosis de 43-66μg/kg/día la ganancia media osciló entre 1,3 y 1,85 DE de talla. Hay que señalar que en los estudios en los que existió placebo53, grupo control coetáneo55 o grupo control histórico50,51, también se observó una ganancia de talla en estos grupos que osciló entre 0,37 y 0,54 DE de talla, lo que viene a señalar la dificultad de incluir pacientes con características homogéneas en estas poblaciones, particularmente cuando el tratamiento se inicia a edades peripuberales o puberales y que algunos pacientes con RCCD han podido ser incluidos en estas series, tabla 3.
Estudios recientes sobre la respuesta al tratamiento con hormona de crecimiento en pacientes con talla baja idiopática
Estudio | Dosis de hormona de crecimiento (μg/kg/d) | Edad al inicio del tratamiento (años); Número de pacientes | Talla al inicio del tratamiento±DE | Duración del tratamiento (años) | Ganancia de talla durante el tratamiento±DE |
Rekers-Mombarg48 | 28,5 | 9,3±2,4; n=47 | −2,7±0,7 | 4,0 | 1,1±0,7 |
42,8 | 9,9±2,2; n=50 | −2,5±0,4 | 1,4±0,5 | ||
Hintz49 | 42,8 | Varones: 10,4±1,8; n=57 | −2,8±0,5 | 6,1±1,7 | 1,3 (media para toda la población) |
42,8 | Mujeres: 9,7±2,1; n=23 | −2,7±0,4 | 5,5±1,7 | ||
López-Siguero50,51 | 44,0 | 11,1±1,4; n=35 | −2,7±0,5 | 5,3±1,2 | 1,47 |
Controles | 10,8±2,2; n=42 | −2,4±0,4 | 0.37 | ||
Leschek52 | 31,4 | 10,5±1,6; n=22 | −2,7±0,6 | 4,6±1,6 | 0,93±0,16 |
Placebo | 12,9±1,1; n=11 | −2,8±0,6 | 4,1±1,7 | 0,42±0,07 | |
Wit53 | 34,2 | 10,4±2,2; n=17 | −3,2±0,7 | 6,1±2,3 | 1,55 |
52,8 | 10,1±2,1; n=17 | −2,8±0,6 | 7,0±2,2 | 1,85 | |
Kemp54 | 42,8 | 10,5±1,7; n=303 | −3,0±0,7 | 7,0 | 1,8±0,7 |
Albertsson-Wikland55 | 33,0 | 11,5±1,3; n=31 | −2,7±0,5 | 5,9±1,1 | 1,1±0,8 |
67,0 | 11,5±1,3; n=50 | −2,7±0,5 | 5,9±1,1 | 1,3±0,7 | |
Controles | 12,0±1,3; n=45 | −2,6±0,4 | 5,9±1,1 | 0,5±0,8 | |
Carrascosa35 | 32,1 | 7,6±1,8; n=85 | −3,2±0,7 | 2,0 | 1,2±0,4 |
Sin embargo, más recientemente se ha observado que cuando el tratamiento se inicia en edades más tempranas (7,6±1,8 años) la ganancia con una dosis estándar de GH (32,1±3,3μg/kg/día) durante los dos primeros años de tratamiento, permaneciendo los pacientes prepuberales, es de 1,2±0,4 DE de talla35, tabla 3. La magnitud de la respuesta fue similar a la que se observó en un grupo de pacientes con deficiencia de GH (DGH, n=127) y en otro grupo de pacientes pequeños para la edad gestacional (PEG) sin recuperación postnatal de talla (PEG; n=96) de edades similares y en los que se habían utilizado dosis también similares de GH. No se observaron cambios significativos en los valores de glucemia, ni en los índices Homeostatic model assessment (HOMA) y quantitative insulin-sensitivity check index (QUICKI) durante el tratamiento. Estos datos sugieren que el tratamiento con GH en estos pacientes cuando se inicia en edades prepuberales permite una ganancia significativa y con relevancia clínica durante los dos primeros años de tratamiento35. Esta ganancia es similar48–51,55 e incluso superior48,52,55 a la obtenida cuando se emplean las mismas dosis de GH o incluso dosis superiores en edades más tardías y por periodos más prolongados de tiempo.
En resumen, los datos actuales sobre el uso terapéutico de GH en niños con TBI, indican que éste ha sido, a diversas dosis, eficaz para promover el crecimiento y conseguir una talla adulta superior a la esperada si hubiesen permanecido sin tratamiento. Sin embargo, un análisis más minucioso revela una amplia dispersión de los resultados y que hay pacientes buenos y malos respondedores, e incluso pacientes que no han respondido al tratamiento. Estos datos confirman la heterogeneidad etiológica y fisiopatológica del grupo de pacientes incluidos bajo la denominación de TBI, y sugieren que una vez iniciado el tratamiento, éste sólo debería continuarse si la ganancia de talla durante el primer año de tratamiento fuese superior a 0,3-0,4 DE de talla (estos valores están en discusión al no existir criterios bien definidos). La necesidad de ajustar las dosis de GH de forma individualizada para cada paciente puede ser también considerada, tal como señalan diversos trabajos recientes35,55–57.
Es posible que la exclusión exhaustiva de los casos sospechosos de RCCD, el inicio del tratamiento en edades más tempranas y la suspensión del tratamiento en los malos respondedores, puedan contribuir a delimitar de forma más precisa los pacientes que pueden o no beneficiarse del tratamiento con GH y a obtener mejores resultados, incluso empleando dosis similares a las utilizadas en el tratamiento de los pacientes con déficit de GH, tal y como sugieren los datos comentados más arriba35. Sin embargo, existen lagunas en relación al momento de inicio del tratamiento y a las dosis a utilizar. Para establecer las dosis y la efectividad óptima del tratamiento son necesarios estudios de tipo longitudinal que iniciados en edades prepuberales se continúen hasta alcanzar la talla adulta2,6,35.
Esteroides anabólicosLa oxandrolona es un andrógeno sintético que fue utilizado en niños prepuberales, pero que condiciona una aceleración significativa de la edad ósea y no conlleva incrementos significativos en la talla adulta, por lo que no está recomendado actualmente2,6.
IGF-I recombinanteEl IGF-I recombinante ha sido utilizado en el tratamiento de la deficiencia grave de IGF-I (alteraciones en gen del receptor de GH, de las vías de señalización intracelular del receptor de GH y alteraciones del gen IGF-I) además de los casos de deleciones del gen GH1 de GH que han desarrollado anticuerpos a la GH. En EE. UU., Japón y Europa, su uso está aprobado para el tratamiento de resistencia periférica a la GH: deficiencia grave de IGF-I asociada a una secreción normal o elevada de GH58–61. En pacientes con TBI, que no han respondido al tratamiento con GH, el IGF-I podría ser una opción terapéutica lógica, siempre y cuando quede correctamente demostrada su indicación, aunque aún se tienen pocos datos sobre la eficacia y seguridad de este tratamiento en este grupo de población60,61.
Inhibidores de la aromatasaEstudios experimentales y en humanos han demostrado que los estrógenos en ambos sexos son un importante factor regulador de la fusión epifisaria. La utilización terapéutica de inhibidores de la actividad aromatasa al disminuir la síntesis de estradiol conllevaría una fusión más tardía de las epifisis, prolongaría la ganancia de talla y resultaría en una talla adulta incrementada, tal como se observa en los modelos de patología humana observados en varones y que son secundarios a una mutación en el gen del receptor de estrógenos y a mutaciones en el gen de la enzima aromatasa. Es con esta idea que los inhibidores de la aromatasa han sido considerados en el tratamiento de la TBI en varones62–65.
Si bien, tomados en conjunto, los estudios llevados a cabo con los inhibidores de la aromatasa indicarían un efecto beneficioso sobre la talla, sólo un estudio ha seguido pacientes a talla final. Además estos estudios tienen limitaciones ya que todos los datos provienen de varones, sólo han sido estudiados un número limitado de sujetos y sólo tres estudios fueron aleatorios doble ciegos con controles65.
Por último, y no menos importante, señalar que algunos aspectos sobre la seguridad de estos medicamentos requieren estudiarse con más detalle, sobre todo el efecto que la supresión de los estrógenos pudiera tener sobre la mineralización ósea, sobre la espermatogénesis y motilidad espermática, sobre el metabolismo de lípidos y de carbohidratos y sobre la función suprarrenal66. Por tanto su uso, hasta no contar con estudios más amplios y a largo plazo, debe considerarse de carácter experimental en el tratamiento de la talla baja67.
Análogos de la hormona liberadora de gonadotropinas (aGnRH)La monoterapia con aGnRH en ambos sexos no ha arrojado resultados significativos y no se recomienda en el tratamiento de la TBI. Los efectos adversos son uno de los principales factores limitantes de esta terapia. Aunque los resultados de diferentes estudios son controvertidos, la combinación terapéutica de aGnRH con GH podría tener un valor potencial para mejorar la talla adulta en este grupo de pacientes siempre y cuando sean utilizados un mínimo de 3 años68–70.
Apoyo psicológicoSe ha sugerido que el niño con talla baja tiene menor competencia social y tiene más problemas que sus pares con talla normal47. La inteligencia de los niños con TBI es normal y sus problemas sociales se incrementan durante la adolescencia, por ser un período especialmente vulnerable. Sin embargo, los estudios realizados en adultos no son concluyentes en cuanto al impacto psicosocial de la talla baja71, lo que hace pensar que la situación pudiera ser transitoria. El tratamiento con GH en estos niños no mejora, en general, su funcionamiento psicosocial. Sin embargo, la percepción retrospectiva de la influencia del tratamiento, tanto en los niños como en sus padres, suele ser positiva72. La evaluación y el apoyo psicológico en los niños afectados son fundamentales en estrecha colaboración con el equipo médico, tanto para evitar falsas expectativas como para ayudarle a la mejor adaptación psicosocial a su medio73.
ConclusionesLa TBI es una entidad clínica heterogénea en la que se incluyen aquellos niños en los que no se conoce la causa de su baja estatura y en los que se espera que su talla adulta sea también baja.
El diagnóstico de la TBI exige una evaluación clínica, bioquímica, hormonal y molecular minuciosa con el objetivo de descartar cualquier etiología conocida del trastorno del crecimiento.
No parece adecuado incluir dentro de la TBI aquellos casos de RCCD en los que la talla adulta de los familiares que presentaron RCCD es normal, ya que las expectativas de talla adulta y la actitud terapéutica en estos pacientes son netamente diferentes a las que hoy se preconizan para la TBI. De cualquier forma se recomienda un seguimiento minucioso de todos estos pacientes.
Sí estarían incluidos dentro de la TBI aquellos casos de retraso madurativo familiar en los que los familiares que lo presentaron alcanzaron una talla adulta también baja.
El objetivo principal del tratamiento de la TBI es alcanzar un crecimiento adecuado durante la infancia y una talla normal en la edad adulta, sin perder de vista la calidad de vida del paciente y la ausencia de efectos secundarios.
Los datos de los que disponemos actualmente parecen indicar que la utilización de GH en el tratamiento de la TBI sería segura y eficaz, aunque existe una amplia variabilidad en la respuesta individual. Este tratamiento deberá evaluarse semestralmente y únicamente estaría indicado en los pacientes en los que existiese una buena respuesta auxológica con ausencia de efectos secundarios.
La monoterapia con aGnRH no se recomienda en el tratamiento de la TBI.
Los inhibidores de la aromatasa están en fase de evaluación en el sexo masculino y están contraindicados en el sexo femenino.
El IGF-1 podría ser una indicación terapéutica en aquellos pacientes en los que la respuesta a la GH fuese insuficiente.
FinanciaciónEste trabajo ha sido financiado por Pfizer S.L.U, España, que ha facilitado las reuniones necesarias para la evaluación y análisis de los datos presentados en este proyecto.
Conflicto de interesesEl Prof. Antonio Carrascosa ha recibido honorarios por conferencias y participación en seminarios de Pfizer y Lilly.
El Prof. Manuel Pombo ha recibido honorarios por conferencias por parte de Pfizer.
El Dr. José Ignacio Labarta ha recibido honorarios por conferencias y participación en seminarios de Pfizer, Lilly, Merck Serono e Ipsen.
El Dr. Ildefonso Rodríguez ha recibido honorarios por conferencias y asesorías de Biometrica Clínica, Profármaco, Novonordisk, Pfizer, Ipsen y Merck Serono.
El resto de los autores y colaboradores declaran no tener conflicto de intereses que puedan influir de cualquier modo en la decisión de publicar o no este manuscrito.
Los autores agradecen la ayuda financiera de Pfizer S.L.U, España para mantener las reuniones necesarias en las que se han evaluado los datos bibliográficos y se han alcanzado los acuerdos que se exponen.
Grupo Español de Consenso: Joan Bel (Hospital Universitario German Trias i Pujol, Barcelona); María Caimarí (Hospital Son Dureta, Palma de Mallorca); Lidia Castro (Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela); Ramón Cañete (Hospital Universitario Reina Sofía, Córdoba); Rubén Díaz-Naderi (Hospital Sant Joan de Déu, Barcelona); Juan Manuel Fernández-García (Hospital Universitario Virgen de las Nieves, Granada); Malena Gallego (Hospital Universitario 12 de Octubre, Madrid); Ana Lucía Gómez-Gila (Hospital Universitario Virgen del Rocío, Sevilla); Juan Pedro González-Díaz (Hospital Universitario de Canarias, Tenerife); José Ignacio Labarta (Hospital Universitario Puerta del Mar, Cádiz); Jose Luis Lechuga (Hospital Universitario Puerta del Mar, Cádiz); Cristina Luzuriaga (Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, Santander); Francisca Moreno (Hospital La Fe, Valencia); Mirentxu Oyarzábal (Hospital Virgen del Camino, Pamplona); Sofía Quinteiro (Hospital Universitario Materno-Infantil, Las Palmas De Gran Canaria); Isolina Riaño (Hospital de San Agustín, Avilés); Itxaso Rica (Hospital de Cruces, Bilbao); Ildefonso Rodríguez Rodríguez (Hospital Universitario Ntra. Sra. De la Candelaria, Sta. Cruz de Tenerife); Amparo Rodríguez Sánchez (Hospital Universitario Gregorio Marañón, Madrid) y Diego Yeste (Hospital Universitario Vall d’Hebron, Barcelona).
El listado de los miembros del Grupo Español de Consenso se presenta en el Anexo 1.