La retinopatía de la prematuridad, a pesar de, o debido a, los avances en la supervivencia de los recién nacidos con peso al nacer inferior a 1.000 g (recién nacidos de muy bajo peso, RNMBP) (fundamentalmente empleo generalizado de esteroides prenatales y administración de surfactante tras el nacimiento), continúa presentando una considerable incidencia en este grupo de pacientes. En España, según los resultados de la base de datos SEN1500, que ha recogido información de 59 hospitales en el año 2005, de los recién nacidos con peso al nacer menor o igual a 1.500 g (RNMBP) a los que se realizó control oftalmológico antes del alta hospitalaria (n = 1.864), 4,1 % recibieron fotocoagulación con láser, siendo los porcentajes por grupos de peso: 17,3 % entre 501 y 750 g; 6,5 % entre 751 y 1.000 g; 2,6 % entre 1.001 y 1.250 g, y 1,1 % entre 1.251 y 1.500 g, con resultados muy similares en los 4 años anteriores1. Esta incidencia es comparable a la comunicada en los países más desarrollados2,3.
En nuestro centro, entre los 920 RNMBP nacidos en el propio hospital desde el año 2000, solamente un caso con peso al nacer superior a 1.000 g ha requerido tratamiento con láser. Los pacientes que precisaron tratamiento en los últimos 5 años, tenían una edad gestacional de 25,3 ± 1,4 semanas y un peso de 756 ± 158 g.
Desde la descripción inicial de la enfermedad4 y la posible relación etiopatogénica con la administración de oxígeno a los recién nacidos prematuros5, la evolución histórica de este proceso y su relación sobre todo con la oxigenoterapia han sufrido múltiples oscilaciones. En el momento actual, el uso de oxígeno con objetivos de saturación restringidos6-10, aunque no es posible definir todavía unos límites seguros11, parece contribuir a una reducción significativa en la incidencia de retinopatía de la prematuridad en los recién nacidos de más riesgo.
Aunque la retinopatía de la prematuridad está lejos de ser un problema resuelto, de un modo simultáneo, en ésta, hasta el momento actual, última etapa, se han ido produciendo avances tanto en el manejo clínico y terapéutico de los pacientes como en el conocimiento de los factores etiopatogénicos que conducen al desarrollo de la enfermedad. Algunos hitos relevantes en este avance son el consenso en las definiciones y clasificación de los diferentes grados de retinopatía12, el tratamiento mediante crioterapia inicialmente13, y posteriormente fotocoagulación con láser14 y más recientemente la indicación de tratamiento en situación preumbral15 y la monitorización continuada de las concentraciones de saturación de oxígeno de la hemoglobina en los recién nacidos de riesgo desde la misma sala de partos y durante todo el tiempo que requieren oxígeno suplementario6-10.
El papel del factor de crecimiento del endotelio vascular y su relación con los niveles de factor de crecimiento similar a la insulina-1 y otros factores que regulan la angiogénesis tanto por las modificaciones de PaO2 como de PaCO216-19 permiten comprender mejor los mecanismos de desarrollo de la enfermedad y vislumbrar la posibilidad de medidas profilácticas o tratamientos farmacológicos en recién nacidos con alto riesgo de retinopatía de la prematuridad determinados genéticamente o por factores ambientales20.
El artículo de Bouzas et al21, publicado en el presente número de Anales, nos muestra otra problemática de la retinopatía de la prematuridad consistente en la existencia de casos graves de la enfermedad en pacientes que, según las recomendaciones internacionales, superan los límites de peso y edad gestacional (< 1.500 g y < 32 semanas) propuestos para el control oftalmológico de los recién nacidos pretérmino. La exposición de los resultados de este artículo es suficientemente elocuente (25,7 % de casos en recién nacidos de peso > 1.500 g o edad gestacional > 31 semanas, y 7 % de pacientes remitidos tardíamente y que perdieron la oportunidad de recibir tratamiento) y es una situación que se repite en numerosos países en vías de desarrollo3,22 con consecuencias previsiblemente devastadoras para el desarrollo y la integración futuros en la sociedad, no sólo por la limitación visual, sino por las dificultades de aprendizaje y capacidad de desarrollo cognitivo asociados a la retinopatía de la prematuridad grave23-25.
Se trata por tanto de un grave problema sanitario y social que afecta a países enteros, puesto que existen medidas que permiten disminuir la incidencia y gravedad de la retinopatía de la prematuridad (monitorización continua del nivel de oxigenación cuando un recién nacido de riesgo requiere oxígeno suplementario) y se dispone de tratamientos eficaces (fotocoagulación con láser) que, en la mayor parte de los casos, frenan la progresión de la enfermedad cuando se aplican en estadios evolutivos adecuados. Por este motivo, consideramos que el artículo de Bouzas et al21 tiene interés y utilidad para que los neonatólogos y oftalmólogos de los países en que exista esta cara de la moneda establezcan programas de monitorización y control de la retinopatía de la prematuridad adaptados a la realidad de su entorno y, conjuntamente con las autoridades sanitarias, implementen medidas que contribuyan a minimizar el impacto de esta "tercera epidemia" de la retinopatía de la prematuridad.
Correspondencia: Dr. J. Pérez Rodríguez.
Servicio de Neonatología. Hospital Universitario La Paz.
P.º de la Castellana, 261. 28046 Madrid. España.
Correo electrónico: jperez.hulp@salud.madrid.org
Recibido en abril de 2007.
Aceptado para su publicación en abril de 2007.