Hemos leído con atención la carta de Català y Galván en respuesta a nuestro artículo1. En ella aportan diversos argumentos que sin duda merecen ser considerados a la hora de valorar los casos de perniosis acontecidos durante la pandemia debida al SARS-CoV-2. De hecho, hemos realizado un estudio con 20 pacientes con las referidas lesiones, y compartimos muchos de estos puntos y referencias2.
La existencia de la asociación temporal con la pandemia y los casos descritos es innegable. La negatividad de la PCR no es un factor determinante a la hora de excluir causalidad. Tanto en nuestra serie, como en otras similares, ni los pacientes ni sus convivientes la tuvieron positiva, ni manifestaron otra clínica viral presente o pretérita2,3. Si bien existen casos familiares, la mentada negatividad clínica para otras manifestaciones del SARS-CoV-2 resulta intrigante. Estos datos también podrían reflejar la existencia de una predisposición genética y/o el concurso de los mismos factores ambientales, como por ejemplo el clima4.
Empero, una conjetura muy plausible es aquella que alude a la posibilidad de que se trate de una manifestación tardía o subclínica de la infección por SARS-CoV-2. Sin embargo, de nuevo la negatividad clínica y serológica de las series en las que se ha realizado un estudio exhaustivo parece no apoyar esta tesis. No obstante, pudieran haberse dado falsos negativos en los test debidos a su baja sensibilidad. Al respecto, es difícil pensar que una gran cantidad de casos hayan resultado falsamente negativos (en nuestra serie, actualmente se han realizado pruebas en todos los pacientes por inmunocromatografía y por ELISA, con una sensibilidad del 86 y del 70%, respectivamente). Por otro lado, tampoco parecen existir alteraciones de la coagulación reseñables en estos pacientes3,5. En muchos de los casos que se han reportado, amén de ser retrospectivos, no se han hecho pruebas serológicas a los pacientes y se ha asumido la causalidad. En ese contexto, resulta atrevido abanderar el haber seguido el «método científico». Es cierto que se han demostrado irregularidades serológicas con el SARS-CoV-2, pero incluso en algunos casos esos hallazgos refutan la hipótesis de manifestación tardía de la infección6.
Por supuesto que existen otras situaciones de sedentarismo prolongado en las que no se han advertido estas lesiones, pero igualmente tampoco las han presentado todos los pacientes con COVID-19 (sean menores o no). Además, se ha de sospechar un cierto sesgo de publicación hacia los casos presentes y/o positivos, y sin duda una mayor alerta poblacional tras la noticia de que podría tratarse de una manifestación de la COVID-19 (sesgo de observación paternal y/o personal).
En nuestra opinión, todos estos datos demuestran, hasta la fecha, una concurrencia temporal entre la COVID-19 y la perniosis. Pero actualmente no se ha demostrado causalidad de forma fehaciente2,3,5,7. No osamos aportar, ni mucho menos, la solución patogénica de esta entidad, únicamente añadimos ideas acerca de ella. Lo que pretendíamos resaltar sucintamente es que, en caso de que se tratase de un síntoma de SARS-CoV-2, sería una situación leve y poco transmisible a personas adultas o ancianas, que tampoco desarrollarían enfermedad grave. Por ende, si bien esta condición merece ser estudiada para elucidar su patogénesis, tal vez no debería ser objeto de alarma social.
FinanciaciónLos autores declaran que no han recibido financiación alguna para la elaboración de este artículo.
Conflicto de interesesLos autores declaran que no existen conflictos de intereses para este trabajo.