Sr. Editor:
Las minimotos, unos juguetes-vehículos de alto riesgo para los niños, han irrumpido en los últimos años en nuestro entorno y plantean un nuevo aspecto de un viejo problema: el de la seguridad vial y la prevención de accidentes, que debería ser reconocido y asumido por los pediatras 1,2.
Presentamos el siguiente caso clínico: Hace pocas semanas, un padre acudió a una atracción de feria con sus 2 hijos. Tras participar en una tómbola, la niña (de 8 años) resultó agraciada con uno de los premios estrella de la atracción: una magnífica minimoto. El padre, confuso y preocupado, acudió a su pediatra para pedir consejo acerca de la actitud que tomar con su hija y el premio recibido.
Las lesiones accidentales son uno de los principales problemas de salud en todo el mundo no sólo por su mortalidad, sino también por la morbilidad asociada y las secuelas que provocan. Los accidentes se han considerado la causa más importante de años de vida perdidos en todas las edades 3. En concreto, los accidentes de tráfico constituyen la tercera causa de muerte entre los 5 y 14 años de edad y la primera entre los 15 y 44 años en todo el mundo 4. En España, en 2004, un total de 6.079 menores de 15 años resultaron muertos o heridos en accidentes de tráfico; de ellos, 514 viajaban en ciclomotores 5. Por otro lado, las consecuencias a largo plazo de los traumatismos, en cuanto a su repercusión sobre la calidad de vida y la alteración del proyecto vital que provocan las discapacidades derivadas (tanto las evidentes como aquéllas más sutiles), son poco conocidas y posiblemente estén subestimadas.
Las minimotos se han comercializado recientemente en nuestro país, con gran éxito gracias a su precio asequible y la falta de apreciación de sus posibles riesgos por parte de los adultos que las compran. Por otra parte, la publicidad e incluso promoción oficial de la conducción de motos de considerable potencia por parte de niños de hasta 8 años 6 puede inducir a muchos padres a pensar que su manipulación puede ser controlada y segura.
Hasta hace poco carecíamos de referencias sobre las lesiones provocadas por las minimotos; sin embargo, datos recientes señalan la peligrosidad de estos juguetes-vehículos, tanto para sus conductores como para otras personas 1,2. En 2003, en Estados Unidos, fueron atendidas en urgencias 2.345 personas por lesiones provocadas por minimotos y la asociación WATCH (el mundo contra los juguetes que causan daños) ha señalado las minimotos como uno de los 10 juguetes más peligrosos del 2004 7. La Academia Americana de Pediatría ha desaconsejado rotundamente su uso, incluso por niños mayores (entre 12 y 16 años) 8. Una revisión, aunque sea somera, de las características de las minimotos hace evidente su peligrosidad potencial: se trata de motos de competición en miniatura 1, de pequeño tamaño, peso muy ligero, gran potencia en relación con el peso, aceleración rápida, difíciles de manejar, con frenos poco fiables en muchos casos y en otros con una construcción y diseño deficiente 1.
Estas motos han sido introducidas en el mercado mediante agresivas técnicas comerciales, de modo que su precio en muchos casos es inferior a 300 euros, lo que las hace muy accesibles para un porcentaje elevado de familias. Si bien sólo pueden ser utilizadas por adultos y fuera de la vía pública, muchos padres se las compran a sus hijos, como juguetes o bien para que se inicien en el mundo del motor. Algunos fabricantes incluso señalan que pueden ser utilizadas por niños de 3 años 1. Como referencia de la importancia del mercado de las minimotos, puede decirse que en una búsqueda básica en Google, limitada a páginas en español, aparecen 332.000 páginas sobre minimotos 9. En cambio, si se busca: "minimotos y prevención de lesiones y niños", sólo aparecen 44 páginas, de las cuales 41 son enlaces no relacionados y tres son breves notas de prensa 9. Esto indica la abrumadora superioridad de la presión vendedora frente a la posibilidad de obtener alguna información sobre prevención de los riesgos que puede tener el producto.
Por todo ello y desde nuestro punto de vista, vemos con preocupación la proliferación de estos peligrosos vehículos, así como la pasividad de las instituciones públicas a la hora de legislar y controlar la comercialización y utilización de dichos dispositivos; por no hablar de la ausencia de esfuerzos para informar y educar sobre los riesgos de su manejo a los padres y a los profesionales, como se decía antes, los primeros a quienes suelen acudir buscando consejo, como por ejemplo, los pediatras. Si bien los cambios legislativos se han mostrado más efectivos para prevenir los accidentes que las campañas de divulgación y el consejo especializado, todas las estrategias preventivas son complementarias y deberían aplicarse. En este sentido, consideramos que la Asociación Española de Pediatría, claramente posicionada a favor de campañas de prevención de los accidentes infantiles 10, debería tratar de prevenir el uso inadecuado de estos vehículos de motor y sus accidentes.
Correspondencia: Dr. A. Rodríguez Núñez.
Servicio de Críticos y Urgencias Pediátricas.
Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
Choupana, s/n. 15706 Santiago de Compostela. España.
Correo electrónico: arnprp@usc.es