Una paciente de 6 años presentó una erupción cutánea pruriginosa de un mes de evolución. El examen físico reveló incontables lesiones (fig. 1) compuestas, de hecho, de pápulas eritematosas serpiginosas lineales de distintos tamaños que habían convergido y formado costras (fig. 2), rasgo característico de larva migrans cutánea. Durante la anamnesis, la madre refirió que el domicilio estaba en obras y que en su exterior había grandes cantidades de arena para construcción donde a menudo jugaban la paciente y muchos perros callejeros.
La larva migrans cutánea consiste en lesiones causadas por la presencia de parásitos que se desplazan por la epidermis (Ancylostoma braziliensis, Ancylostoma caninum, Ancylostoma ceylonicum, Uncinaria stenocephala, Bunostomum phlebotomum y, con mayor frecuencia, Ancylostoma braziliensis y Ancylostoma caninum)1. Su prevalencia es alta en regiones cálidas, donde la posibilidad de que las personas anden descalzas tiende a ser mayor, entrando en contacto más frecuentemente con las heces de gato o perro presentes en arenales o playas.
El parásito no puede completar su ciclo vital en la piel humana, y normalmente muere entre las 2-8 semanas2. Con anterioridad, las pápulas que provocan un picor intenso avanzan a lo largo de uno de los 2 extremos a un ritmo de unos 2mm-3cm al día2. Las zonas comúnmente afectadas son manos, pies, nalgas y espalda. La infestación masiva no es común, siendo fácil confundirla con otras enfermedades cutáneas (dermatitis de contacto, dermatitis atópica, tiña) si no se identifican las lesiones serpiginosas. Es necesario descartar una parasitosis intestinal primaria mediante estudio de heces negativo.
Los posibles tratamientos incluyen la aplicación local de tiabendazol al 15% en crema (en casos con pocas lesiones), y el tratamiento sistémico con antiparasitarios como el albendazol, tiabendazol o ivermectina2.