La homeopatía es un método terapéutico basado en el empleo de compuestos altamente diluidos que, en dosis mayores y en sujetos sanos, provocarían los síntomas que se tratan de aliviar1–3. Las teorías homeopáticas presentan inconsistencias epistemológicas; ningún estudio riguroso ha conseguido encontrar efectos terapéuticos relevantes, al menos superiores al placebo, y su uso no está exento de toxicidad1–3. Se han descrito cuadros de pancreatitis agudas fatales2, nefritis tubulointersticiales y alteraciones hidroelectrolíticas graves, entre otros4. Los medicamentos homeopáticos en España3 están regulados por la Ley 29/2006 y el Real Decreto 1345/2007. A pesar de no estar exenta de toxicidad, el uso de la homeopatía, así como de productos dietéticos o de herbolario que no precisan prescripción médica, se está generalizando en Pediatría5,6 para el tratamiento, por ejemplo, de la enuresis7, la predisposición a las infecciones, síndrome de tics o incluso la hemorragia cerebral8.
Se presentan 2 casos en los que se sospechan reacciones adversas (RAM) potencialmente graves por el uso de medicamentos homeopáticos, productos dietéticos o de herbolario. Se trata solo de sospechas y en su evaluación de relación causal no se han identificado otras posibles causas.
El primero es un niño de 4 años que consulta por cuadro de vómitos incoercibles de 24 h de evolución. Se decide analítica y sueroterapia. En la bioquímica destacan transaminasa glutámico pirúvica 562 U/L y transaminasa glutamicoxalacética 930 U/L. Se solicitan serologías para gérmenes hepatotropos e ingresa en planta. Los padres refieren que el niño toma hasta 6 productos diferentes conseguidos sin receta en un herbolario (que implican 16 pastillas diarias con 62 sustancias diferentes: ácidos omega-3, levadura, salvado de avena, anís verde, zaragatona, borraja, onagra, grindelia, fumaria, tomillo y regaliz, entre otros) y que con ello ya no presenta catarros. Se pide que no los administren durante la hospitalización. A las 72 h del ingreso, las transaminasas se han normalizado y la tolerancia por vía oral es satisfactoria. Las serologías para virus de las hepatitis A, B y C, citomegalovirus, virus de Epstein-Barr y Toxoplasma son negativas. Quince días después del alta se repiten serologías, cuyos resultados son nuevamente negativos (tanto IgM como IgG). Un mes después, las transaminasas son normales. Se aconseja a los padres que no vuelvan a administrar estos preparados. Sin embargo, nos solicitan que investiguemos cuál de los 6 productos causó la hepatotoxicidad para poder seguir tomando los otros 5 y evitar así nuevos catarros.
El segundo es una niña de 4 años que en el contexto de un cuadro inespecífico de dolor abdominal, sin signos de irritación peritoneal; presenta presión arterial (PA) > p 99 para edad y talla, con cifras máximas de 155/100mmHg. A las 24 h del ingreso, mientras se realizan analíticas y ecografía abdominal, la PA se normaliza sin iniciar ninguna medicación y el dolor abdominal desaparece. Se decide alta y seguimiento en consultas de Nefrología Pediátrica. A los 3 meses, los padres nos comunican que no ha vuelto a tener hipertensión, y que ellos piensan que todo podría estar relacionado con unos comprimidos masticables que le administraban, cuyos componentes son própolis (propóleo), equinácea y miel, y que contiene galangina (flavonoide) y polifenoles. En una revisión anual posterior, la PA sigue normal. Los padres no han vuelto a administrar a su hija este producto.
En ambos casos, se notificaron las 2 sospechas de RAM al Sistema Español de Farmacovigilancia Humana (SEFV-H) de la AEMPS9. En ambos casos, se nos confirmó que la etiología más plausible, según criterio de los expertos del SEFV-H, estaría relacionada con los productos administrados, coincidiendo con nuestra opinión.
Los pediatras deben estar alerta ante el significativo aumento del uso de medicamentos homeopáticos, productos dietéticos y de herbolario en niños. Los efectos de sus múltiples compuestos no han sido suficientemente estudiados en Pediatría, los posibles beneficios no han sido demostrados y los potenciales efectos tóxicos, algunos de ellos graves, tampoco se pueden descartar y, en su caso, se deben notificar al SEFV-H. Si un pediatra utiliza estos productos, y cree en la bondad de su actuación, no incurre en una falta de ética deontológica, pero debe estar actualizado en los avances de la ciencia médica, en los posibles efectos secundarios de los compuestos que recomienda y, sobre todo, no encerrarse en dogmas1. Los adultos pueden creer y elegir, pero los niños no, por lo que nuestra actuación debe basarse siempre en la mejor evidencia científica disponible.