Hemos leído con interés el trabajo publicado por Marès et al1, y al hilo de sus reflexiones quisiéramos establecer una doble aportación fruto de nuestra actividad en la monitorización de la gripe en la temporada 2009–2010 en el ámbito pediátrico. Aún conscientes de que la modelización y la revisión del impacto que en salud pública, en cuanto a términos de gravedad, ha tenido hasta el momento la difusión del virus de la gripe A (H1N1) es todavía parcial2.
En primer término pretendemos documentar la prevalencia de casos que motivaron valoración nosocomial, de acuerdo con lo establecido por el Ministerio de Sanidad y Política Social3, entre los niños asistidos en nuestro medio, como exponente consistente de la morbilidad que ha exhibido la actividad gripal. En nuestra serie, que representa todos los casos pediátricos ingresados en los hospitales de Castilla y León desde junio de 2009 hasta enero de 2010, se valoraron 82 niños, que supusieron el 26,6% del total de casos graves asistidos; el 13,4% de estos necesitaron asistencia en UCI. La edad media de estos casos fue de 5,41 años, con una mediana de 3 años; el 52,4% fueron varones y el 47,6% fueron niñas. La mayoría se presentó de forma aislada, y sólo el 6,1% de los casos estuvo asociado a brotes. Su distribución en el tiempo se acomoda a la curva pandémica descrita en nuestro país4,5 con ocurrencia entre la semana 30 de 2009 y la semana 1 de 2010. En la sintomatología inicial de la enfermedad, un 12,2% inició con un cuadro neumónico. A pesar de la sencillez de la presente contribución, esta sitúa a nuestros pacientes pediátricos próximos a lo comunicado por autores canadienses6 en cuanto a prevalencia y distribución etaria, y más alejados de la experiencia bonaerense con casos graves en niños lactantes de otro contexto sociosanitario7.
En segundo lugar, y de acuerdo con lo referido por Marès et al1, parece oportuno reflejar el impacto de la vacunación antigripal en el segmento pediátrico en el actual contexto. En nuestra comunidad autónoma, la prevalencia de niños vacunados con la vacuna monovalente A/California/ H1N1 fue del 13,2% (IC del 95%: 12,7–13,6%), lo que resultó ser inferior a lo documentado en el segmento de adultos de entre 18–60 años (el 18,7%; IC del 95%: 18,5–19%) y en mayores de 60 años (el 32,5%; IC del 95%: 43,5–43,9%). Este hecho apunta a la necesidad de optimizar las coberturas en la edad pediátrica. En publicaciones previas hemos constatado el bajo nivel de implantación vacunal que se alcanzaba en la edad pediátrica en temporadas de la primera mitad de la presente década8, siempre a mucha distancia de lo documentado en personas mayores. Sería deseable difundir desde los diferentes servicios de salud de nuestro país las coberturas alcanzadas en la vigente temporada, de cara a adoptar directrices que optimicen la vacunación, aun conscientes de que se trata de un campo con amplio dinamismo en el que nuestra posición ha sido flexible9. En Argentina y en el contexto de la actual situación de pandemia, el grupo ya citado7 ha publicado recientemente que la cobertura de la vacunación antigripal estacional en niños con indicación de recibirla fue del 16%, cifra que se asimila a lo documentado en nuestro medio.
Tal y como se señala en la contribución del grupo de la Asociación Española de Pediatría, el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud acordó10 iniciar a partir del 16 de noviembre de 2009 la vacunación con carácter voluntario. Justamente en este carácter de la voluntariedad está basada su implantación, pero el pediatra asistencial no debe ser ajeno al reto que supone la optimización de esta.