Nos dirigimos a usted en referencia al artículo titulado «Parto domiciliario: un fenómeno creciente con potenciales riesgos»1. En primer lugar, queremos felicitar a la revista y a los autores por visibilizar una realidad que necesita, hoy más que nunca, ser escuchada y debatida de forma constructiva. Es por ello que nos gustaría poder matizar algunas de las reflexiones descritas en él.
Conviene tener presente que la libre elección del lugar del parto es un derecho reconocido por la Organización Mundial de la Salud2, el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos3, la International Confederation of Midwives4 (ICM) y la International Federation of Gynaecologists and Obstetricians (IFGO)4.
Es responsabilidad de cada estado garantizar que ese derecho sea respetado y, por tanto, de poner los medios necesarios para que el parto y el nacimiento se den de forma segura incluyendo también el parto en casa. Considerando esta última opción, se deben tener en cuenta diferentes aspectos. En primer lugar, un trabajo pluridisciplinar que garantice la mejor atención a mujeres y recién nacidos, y que pasa por una coordinación entre las comadronas de parto en casa, los sistemas de emergencias y los equipos de obstetricia y neonatología hospitalarios. En segundo lugar, la formación y calidad de las profesionales que ofrecen el acompañamiento al parto domiciliario. En tercer lugar, pero no menos importante, disponer de un registro unificado que permita conocer la cifra real de los partos planificados en domicilio para así poder monitorizar y comparar los resultados perinatales según el lugar de nacimiento.
Por otro lado, deben continuar los esfuerzos para mejorar la atención al parto y al nacimiento en los hospitales. Es imprescindible que se avance hacia la desmedicalización del parto y la individualización de la atención. Actualmente se conoce la importancia en el parto de aspectos como: la continuidad de los cuidados, el acompañamiento emocional, la comunicación efectiva y respetuosa, el respeto por los tiempos del parto, el movimiento y la ingesta, entre otros, para mejorar los resultados perinatales y la experiencia de las mujeres5,6. Estos aspectos son inherentes al parto en casa y deben serlo en cualquier lugar donde se produzca el parto y el nacimiento.
Este doble esfuerzo es una obligación de las instituciones sanitarias que la sociedad reclama desde hace tiempo. Encauzar la mayor parte del esfuerzo (si no todo) solamente hacia una de las dos alternativas sería un error que expondría a un riesgo innecesario a las gestantes que opten por esta otra forma de dar a luz, con el consiguiente agravio (e inequidad) en el acceso al parto más seguro posible.
La presencia de gestantes que, por un amplio abanico de motivos, deciden escoger su domicilio como lugar del parto creemos que es y siempre será una realidad.