Sr. Editor:
La publicación en su revista, en corto espacio de tiempo, de los dos únicos estudios realizados en la Comunidad Valenciana sobre deficiencia de yodo en niños1,2, permite hacer algunos comentarios, dado las diferencias encontradas entre ambos. El estudio de Zubiaur no encuentra ningún niño con bocio en la muestra estudiada, mientras que nuestro estudio encontró una prevalencia del 33,7 %.
Es llamativo que la búsqueda de marcadores de déficit de yodo en dos zonas geográficas vecinas se salde con conclusiones contrarias. Aunque está descrita la posibilidad de estas diferencias3, es de interés común aclarar aspectos metodológicos que están influyendo los resultados obtenidos.
En el estudio de Zubiaur no se aclara cuál es el indicador utilizado en la estimación del tamaño de la muestra (yoduria o prevalencia esperada de bocio). Una vez estimado el tamaño de muestra necesario se decide realizar la ecografía a la mitad de los niños: no sabemos cuál es la razón para este recorte tan drástico ni la forma en que se realiza ya que si se ha hecho de forma aleatoria debería haberse explicado previamente.
Nuestro estudio, publicado el pasado año pero realizado en los años 2001-2002, mostró una alta prevalencia de bocio (33,7 %) en escolares de un área interior de la provincia de Valencia, con niveles de yodo normales. El diagnóstico de bocio se hizo mediante la palpación por dos observadores independientes. El estudio de Zubiaur utiliza otro método, la ecografía, y no encuentra ningún bocio. Hay en la literatura especializada publicaciones favorables a uno u otro método. La definición de bocio por examen físico, aunque teóricamente sujeta a interpretación subjetiva, es reproducible, y mediante un índice de concordancia adecuado puede ser una prueba diagnóstica de alto valor4. De hecho en nuestro estudio el índice de concordancia (índice kappa) fue del 83 %. Se realizó una ecografía en una muestra de 77 niños en total y se encontró, tras el ajuste por edad que había una diferencia significativa en los volúmenes tiroideos según la asignación de grado de bocio por exploración física2.
El diagnóstico de bocio mediante ecografía ha sido también discutido3, y está sujeto a múltiples sesgos: raciales, de estandarización por edad o por índice de masa corporal, e influenciado la propia técnica5.
Llama la atención la afirmación de un 0 % de bocio en el referido trabajo, cuando sus resultados, tal como se observa en sus mismas tablas y figuras, están por encima de los estándares de la OMS5, al menos en los niños de 6, 7, 9 y 11 años, lo que resulta contradictorio con su afirmación anterior. Si se toma el percentil 97 del estudio de la OMS como límite a partir del cual se diagnostica el caso como bocio, sus resultados no pueden concluir con un 0 % de bocio.
Es interesante a la vista de las discordancias encontradas entre ambos estudios la discusión de cuál es la metodología ideal, así como de disponer de estudios rigurosos que midan tanto el volumen tiroideo por ecografía como el tamaño tiroideo por exploración física.
Correspondencia: Dr. F. Calvo Rigual.
Servicio de Pediatría. Hospital Lluís Alcanyís.
Ctra. Silla-Xàtiva, km 2. 46800 Xàtiva. Valencia. España.
Correo electrónico: calvo_fer@gva.es