Hemos leído con interés la carta al editor «Urticaria por proteína de leche de vaca en lactantes, serie de 3 casos»1 publicada recientemente en su revista, y nos gustaría hacer una serie de consideraciones al respecto. En ella, los autores sugieren que los dermatólogos tengan una participación más activa en el manejo de la alergia a proteína de leche de vaca (APLV) cuando esta afecta exclusivamente a la piel.
Las manifestaciones de la APLV son muy variables en su forma de presentación y gravedad, aunque ciertamente la APLV mediada por IgE puede afectar a la piel hasta en un 75% de los casos2. Es bien conocido que las reacciones alérgicas mediadas por IgE se asocian a urticaria aguda, así como a angioedema, eritema, prurito o erupción morbiliforme entre otras. Por otro lado, la APLV también puede afectar a la piel en forma de dermatitis atópica, debiendo ser estudiada la posible implicación de un alimento en los lactantes que presentan una dermatitis atópica de moderada a grave a pesar de tratamiento habitual3. Característicamente, en la APLV, la retirada de las PLV mejorará la sintomatología que presente el paciente.
La evaluación de niños con posible APLV es muy frecuente en las consultas de pediatría, siendo los pediatras de atención primaria y urgencias quienes, habitualmente, atienden en primer lugar a estos pacientes. Mayoritariamente, estos especialistas mantienen un alto grado de sospecha sobre la implicación de alérgenos alimentarios en aquellos casos con lesiones cutáneas de cualquier tipo y una historia clínica compatible (relación temporal con la ingesta del alimento, antecedentes de atopia…).
Para el diagnóstico de la APLV mediada por IgE en estos pacientes con historia compatible, estaría indicada la realización de pruebas cutáneas (prick test) o la determinación de IgE específica a proteínas de leche de vaca. Si estas pruebas son negativas, debería realizarse una prueba de provocación.
Estas pruebas deben ser llevadas a cabo por personal entrenado en su realización e interpretación y en localizaciones preparadas para poder atender un posible evento adverso. Si bien existe gran variabilidad en el manejo de la APLV4, una vez sospechada, el seguimiento posterior debería ser realizado por el especialista hospitalario, bien el gastroenterólogo o el alergólogo pediátrico.
La APLV es una enfermedad potencialmente grave, tanto aquellas formas de presentación inmediata en las que existe riesgo vital, como aquellas formas retardadas en las que hay grave riesgo de desnutrición y desmedro. Por ello, no creemos necesario que estos pacientes con historia clínica compatible (relación temporal estrecha con la ingesta de leche de vaca) y afectación cutánea sean derivados en todos los casos al dermatólogo. Pensamos que ello podría alargar el proceso diagnóstico y retrasar el tratamiento. Sin embargo, sí creemos que el apoyo del dermatólogo puede ser importante en aquellos casos de dermatitis grave en los que la retirada de la leche de la dieta no consiga eliminar por completo los síntomas.