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Vol. 56. Núm. S4.
Páginas 53-61 (mayo 2002)
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Tratamiento del hipotiroidismo
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MD. Rodríguez Arnaoa, A. Rodríguez Sáncheza, AF. Pose Cabarcosa, J. Rodríguez Arnaoa
a Unidad de Metabolismo y Desarrollo. Departamento de Pediatría. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Universidad Complutense. Madrid.
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Introducción

El tratamiento del hipotiroidismo consiste en reemplazar la deficiencia de hormonas tiroideas (tratamiento hormonal sustitutivo) y, en ocasiones, suprimir los niveles de TSH (tratamiento hormonal inhibitorio).

Las hormonas tiroideas son necesarias para la vida. En la infancia destacan sus acciones sobre el desarrollo y maduración del sistema nervioso central (SNC) y el crecimiento longitudinal.

La glándula tiroides produce tiroxina (T4) y triyodotironina (T3), mecanismo regulado por la tirotrofina hipofisaria (TSH). Los conocimientos actuales de la fisiología tiroidea han sido objeto de numerosas revisiones (Morreale de Escobar y Rodríguez Hierro, 1995; De la Vieja et al, 1997, a; b; Larsen et al, 1998; Rodríguez Arnao, 1998; Escobar del Rey et al, 2000).

Almacenadas T4 y T3 en el folículo tiroideo, en la molécula de tiroglobulina, son liberadas al torrente circulatorio y transportadas en proteínas (TBG, albúmina, TBPA), siendo el porcentaje circulante libre de escasa cuantía. La hormona activa, T3, proviene solamente en un 10 % de la secreción directa tiroidea, la mayor parte de los niveles circulantes de esta hormona son producidos por desyodación periférica de la T4 circulante, según las necesidades locales de cada tejido (tabla 1) (Escobar del Rey et al, 2000).

El receptor de T3, situado en el núcleo de la célula diana, se activa y por mecanismos de acción moleculares induce la expresión de proteínas específicas (Oppenheimer, 1997; Anderson, 2001; Bernal, 2001).

La metabolización de las hormonas tiroideas tiene lugar por glucuronización y formación de sulfatos en el hígado y en el riñón. En el primer caso, son excretados por la bilis al intestino, hidrolizados y reabsorbidos parcialmente o excretados por las heces como conjugados de T4/T3. La desyodación "en cascada" (T4-T3-rT3) por acción de las desyodasas I-II-III contribuyen a la biodisponibilidad específica de T3 en cada célula.

Antecedentes históricos

El tratamiento del hipotiroidismo con extractos tiroideos comenzó en el Hospital Infantil de Newcastle upon Tyne, Inglaterra, siendo George R. Murray el primero en inyectar tiroides ovino en el año 1890 a una paciente mixedematosa, con excelentes resultados, publicando en 1892 los resultados del tratamiento con extracto tiroideo por vía oral en cuatro pacientes (Sawin, 1999).

El aislamiento de la tiroxina por Kendall, el 24 de diciembre de 1914, ha sido considerado uno de los mayores avances para la evolución de la Endocrinología Pediátrica en el siglo xx (Buckley, 2002). Harington realizó la síntesis de tiroxina en 1927 y disponemos de L-tiroxina sódica (L-T4) desde 1949. Gross y Rosalind Pitt-Rivers sintetizaron la T3 en 1952 (Medvei, 1992).

Extractos desecados de tiroides conteniendo cantidades variables de T4, T3 y tiroglobulina, fueron utilizados hasta la síntesis de L-T4. Posteriormente durante años el preparado comercial disponible fue una mezcla estándar de L-T4 y T3 en proporción 90:10 μg/comprimido. La cantidad fija de T3 producía efectos secundarios (taquicardia, palpitaciones). El descubrimiento fisiológico de la desyodación periférica de T4 a T3 en las células diana condujo a utilizar exclusivamente L-T4 como tratamiento del hipotiroidismo (Braverman et al, 1970).

Tratamiento del hipotiroidismo. Preparados genéricos

Actualmente en España disponemos de L-tiroxina sódica (L-T4) en comprimidos de 50 y 100 μg (excipiente lactosa). Comprimidos de 25 μg están en vías de pre-comercialización. En Estados Unidos, preparados de similar composición están disponibles a dosis de 25/50/75/88/100/112/ 125/137/150/165/200/300 μg.

La absorción es por vía digestiva, con aumento rápido de los niveles circulantes de T4 libre a las 1-6 h de su administración, que debe ser cada 24 h en toma única diaria, oral, de preferencia en ayunas. No es aconsejable administrar dosis distintas en días alternos. En la primera infancia se recomienda su administración 30 min antes de una de las tomas, para asegurar su absorción. Vida media de L-T4: 7 días. Son necesarios controles analíticos 4-6 semanas después de modificar una dosis para demostrar la normalización de la función tiroidea (Trantow et al, 1995; De Groot, 1997).

Para uso parenteral (IM, IV), disponemos de L-tiroxina sódica en viales de 500 μg. Utilizable en casos de vómitos o intolerancia digestiva, a dosis de 80-100 % las utilizadas por vía oral, cada 24 h, diluida en suero salino fisiológico al 9 % y rechazando el preparado no utilizado.

Preparados comerciales de T3 sintética (liotironina), de vida media muy corta (1 día), están disponibles a través del Departamento de Farmacia de Medicamentos Extranjeros de las Consejerías de Sanidad, en comprimidos de 25 μg. Poseen un comienzo de acción muy rápido y breve, administrándose cada 8 h. Contraindicada en el hipotiroidismo congénito, ya que el SNC depende de la desyodación periférica de la T4 circulante. Se emplea en circunstancias especiales, como en los días anteriores al rastreo con yodo radioactivo en la pauta terapéutica del carcinoma tiroideo TSH-dependiente.

Tratamiento del hipotiroidismo. ¿Una hormona o dos?

La glándula tiroides segrega T4/T3 en proporción aproximada de 14:1, con una secreción fisiológica de T3 de 6 μg/día. Hoy conocemos que la T4 plasmática es necesaria para desyodarse en la neurona a T3 pero otros órganos diana como el músculo o el hepatocito necesitan disponer de T3 circulante como se ha expuesto anteriormente. Para lograr el eutiroidismo de todos los tejidos, ha sido demostrado por el grupo de la Dra. Gabriela Morreale, en animales de experimentación, la necesidad fisiológica del tratamiento combinado T4/T3 (Escobar-Morreale et al, 1996; 1997). La T3 administrada deberá ser de larga duración (24 h como la tiroxina) y en relación aproximada T4/T3 de 100/6 μg para tratamientos hormonales sustitutivos, trabajos actualmente en experimentación (Bunevicius et al, 1999; Toft, 1999; Escobar-Morreale, 2001). En pacientes con síntomas de carencia de T3 (fibromialgias) se ha utilizado, con resultados positivos, T3 a dosis de 5 μg/12 h, combinada con L-T4 oral (Woeber, 1999; 2000).

Controles analíticos durante el tratamiento con L-tiroxina

Controles en hipotiroidismo primario: T4 libre (T4L) y TSH plasmáticas. Controles en hipotiroidismo central: T4L plasmática. El ritmo circadiano de la secreción de TSH (Rodríguez Arnao et al, 1983) precisa realizar los análisis de control del tratamiento en horario adecuado.

Es necesario conocer la hora de la ingesta de tiroxina en relación al control analítico: los niveles de T4L se elevan significativamente una hora después de la dosis y permanecen elevados durante 6 h (Symons y Murphy, 1984).

Tratamiento del hipotiroidismo primario congénito

El objetivo del tratamiento es prevenir el daño cerebral. Las hormonas tiroideas son imprescindibles para el desarrollo y formación del SNC y su carencia en un limitado período de tiempo produce daños irreversibles ("efecto ventana") (Anderson, 2001).

La diferenciación del SNC no está completada en el recién nacido. El crecimiento rápido cerebral tiene lugar en las primeras semanas de gestación, con la formación de neuroblastos, ramificaciones dendríticas y circuitos neuronales. La proliferación neuronal cerebral aumenta hasta los 7 meses de gestación. Hasta los 6 meses de vida posnatal el recién nacido a término continúa aumentando el número total de neuronas, comenzando después la apoptosis. La mielinización y la formación de glía continúa hasta los 3 años de edad cronológica (Porterfield y Hendrich, 1993; Anderson, 2001; Bernal, 2001).

El diagnóstico precoz, analítico y presintomático, del hipotiroidismo primario congénito, evita el daño cerebral (Illig et al, 1977; Academia Americana de Pediatría, 1993; Mayayo, 1995; Casado de Frías et al, 1997; La Franchi, 1999; Rodríguez-Arnao et al, 2000; Van Vliet, 2001).

Su incidencia global en España es 1/2.356 nacidos vivos (Dulín et al, 2001). El diagnóstico precoz aislado no basta, implica realizar un tratamiento urgente y optimizado. Por ello, una Unidad de Seguimiento coordinada con los Centros de Diagnóstico del Plan de Prevención de Minusvalías es fundamental (Mayayo et al, 1995 a; b).

La dosis inicial de L-T4 oral en pacientes con hipotiroidismo primario permanente debe ser igual o superior a 10 μg/kg/día, con rango 10-15 μg/kg/día p.o. (tabla 2), logrando una rápida normalización de los niveles de T4 circulante, sustrato necesario para la desyodación local de T4 a T3, hormona activa, en las células del SNC (D-II).

Las cifras elevadas de TSH no son específicas para diagnóstico etiológico. Es imprescindible realizar, sin demora para el comienzo del tratamiento, una gammagrafía tiroidea que nos permita individualizar las dosis de L-T4 según nos indique agenesia tiroidea (confirmada en ecografía), ectopia tiroidea (tamaños variables), tiroides en posición eutópica.

La administración exógena de L-T4 a pacientes con HC aumenta los niveles circulantes de T4L en un 30 % de la basal a las 5 h de su administración, y los valores de TSH descienden un 40 % a las 6 h (Czernichow et al, 1984).

El eje hipotálamo-hipófiso-tiroideo en los pacientes con hipotiroidismo primario congénito (HC) diagnosticados en Programas de Detección Precoz, no presenta en la mayoría de los casos resistencia al tratamiento, descrita en pacientes tratados antiguamente con dosis insuficientes de L-T4, o con hipotiroidismo de larga duración (Fisher et al, 2000). Los niveles de TSH descienden a cifras menores de 10 μU/ml después de 2-6 semanas de tratamiento si las dosis empleadas de L-T4 son las adecuadas. Los niveles elevados de TSH después de este tiempo indican como principal causa hipodosificación de L-tiroxina (Swift et al, 1998; Fisher et al, 2000).

El tratamiento del hipotiroidismo congénito, tanto permanente como transitorio, es una emergencia médica y cada hora es necesaria para evitar el daño cerebral. Clínicamente con dosis de L-T4 superiores a 10 μg/kg/día p.o. no se observa hipertiroidismo y la hipertiroxinemia transitoria remite progresivamente hasta niveles en el rango superior de normalidad (Corcoran et al, 1977; Bongers-Schokking et al, 2000; Fisher, 2000). El hipotratamiento es peligroso y conllevaría deterioro intelectual y disminución del CI en evaluaciones psicométricas (Mayayo et al, 1995 b; Mayayo y Rodríguez-Arnao, 1997; Bargagna et al, 2000; Hanukoglu et al, 2001). Actualmente están en realización estudios randomizados de la Sociedad Europea de Endocrinología Pediátrica (ESPE) que podrán ser de gran utilidad en el futuro.

Las revisiones según las normativas establecidas requieren controles periódicos frecuentes (mensuales durante los primeros 6 meses de vida, bimensuales hasta el año de edad, cada 3 meses posteriormente), necesarios para optimizar el tratamiento, con resultados de T4L y TSH comunicados en 24-48 h a la familia para realizar posibles modificaciones terapéuticas. Las dosis se ajustan cuando los niveles de TSH plasmática son mayores de 5,0 μU/ml o menores de 0,1 μU/ml. No se modifica la dosis si los niveles inicialmente elevados de TSH, pero menores que las cifras basales, coinciden con hipertiroxinemia. Los cambios serán aumentando o disminuyendo 12,5 μg de L-T4/día, con controles posteriores a las 4-6 semanas del cambio terapéutico (Swift et al, 1998; Fisher, 2000; Hanukoglu et al, 2001).

En los pacientes con hipotiroidismo congénito es mayor la presencia de malformaciones congénitas asociadas (Olivieri et al, 2002) y sus familiares pueden presentar alteraciones tiroideas que deben diagnosticarse (Léger et al, 2002).

El tratamiento no debe de ser suspendido hasta asegurar normofunción tiroidea durante todo el desarrollo cerebral, actualmente se admite que después de los 3 años de edad, momento en que podrá realizarse la evaluación diagnóstica si la etiología no ha sido elucidada antes de iniciar la terapia.

Tratamiento del hipotiroidismo primario adquirido

La prevalencia del hipotiroidismo primario en infancia y adolescencia es mayor de lo conocido anteriormente. Hunter et al (2000) describen 1,13:1.000 en menores de 18 años y 1,35:1.000 en menores de 22 años, siendo el 73 % adquirido y de éste el 66 % de etiología autoinmune. Las dosis de L-T4 empleadas son las necesarias para mantener niveles de T4L plasmática en el rango superior de la normalidad y valores de TSH en sangre en rango normal (tratamiento hormonal sustitutivo) (Rodríguez Arnao et al, 1995; Pombo et al, 1998).

Tratamiento del síndrome autoinmune poliglandular (SAP)

En los pacientes con hipotiroidismo primario de etiología autoinmune es necesario diagnosticar la posible asociación del SAP y realizar los tratamientos combinados por afectación multiorgánica (tabla 3) (Orth y Kovacs, 1998).

Tratamiento postiroidectomía del carcinoma tiroideo (papilar, folicular)

La tiroidectomía debe seguirse de administración inmediata de tratamiento con L-T4, a dosis inhibitorias de TSH. Los niveles elevados de TSH si no se inicia el tratamiento inhibitorio pueden favorecer la diseminación de metástasis (De Groot y Sridama, 1989; Rivas Crespo, 1998; La Franchi, 2001).

Después de 4 semanas de tratamiento con L-T4, se sustituye este tratamiento por L-T3 (12,5-25 μg/8 h, oral) administrado durante 20 días. Se realiza el rastreo con I*131 y la dosis terapéutica ablativa 10 días después, cuando ya los niveles de TSH alcanzan cifras de 40-60 μU/ml en plasma, suficientes para la aceptación y acción terapéutica del radioisótopo. En nuestra experiencia, esta pauta de De Groot, además de evitar la diseminación metastásica posquirúrgica, objetivo principal, evita el hipotiroidismo tras el acto quirúrgico, coincidente con la información sobre la presencia de una neoplasia en estos pacientes, que asociada a síntomas de hipotiroidismo empeora la aceptación del proceso. Si existen metástasis a distancia, puede ser de utilidad no suspender el tratamiento con L-T4 y utilizar TSH-humana-recombinante para localización y terapéutica con I* (Robbins et al, 2001).

Tratamiento postiroidectomía del carcinoma medular tiroideo

La tiroidectomía profiláctica en la infancia está indicada como tratamiento del carcinoma medular tiroideo (neoplasia endocrina múltiple tipo 2A y 2B). Las dosis de L-T4 inmediatas a la cirugía son administradas como tratamiento hormonal sustitutivo, no precisan inhibición de los niveles de TSH (Heptulla et al, 1999).

Tratamiento del hipotiroidismo central

La glándula tiroides normal es inadecuadamente estimulada por TSH. Etiología congénita infrecuente, aislada (Pohlenz et al, 2002); combinada (deficiencia de pit-1, PROP-1, LHX3, LHX4, mutaciones de TSH/TRH-receptor; holoprosencefalia). Generalmente las causas son adquiridas, tumores y malformaciones anatómicas (Ferrettti et al, 1999). En el hipotiroidismo central por déficit aislado de TSH son de utilidad diagnóstica los niveles nocturnos de TSH (Yamakita et al, 2001).

Es necesario evaluar antes de comenzar el tratamiento con L-T4 la posible asociación de deficiencia de ACTH/cortisol, que precisaría tratamiento hormonal sustitutivo previo, con hidrocortisona, a dosis de 8-10 mg/m2/día (Larsen et al, 1998; Orth y Kovacs, 1998). En pacientes oncológicos (radioterapia) vigilar los niveles de T4L para detectar la aparición de hipotiroidismo central (Rose et al, 1999).

Tratamientos con GH exógena

Durante el tratamiento con GH exógena aparecen variaciones transitorias de los niveles de T4L que no suelen precisar tratamiento hormonal sustitutivo (Gómez-Pan y Rodríguez-Arnao, 1986; Wyatt et al, 1998).

Tratamiento del hipotiroidismo primario subclínico

Por definición asintomático o con síntomas inespecíficos, cursa con niveles normales de T4L y cifras altas de TSH. El concepto actual es que el hipotiroidismo subclínico indica que la función tiroidea es inadecuada para ese individuo y no está indicado esperar al hipotiroidismo analítico ni clínico para iniciar el tratamiento hormonal sustitutivo (Toft, 1994; Ayala et al, 2000; Cooper, 2001; McDermott y Ridgway, 2001). Sí es necesario distinguir hipotiroidismo subclínico de elevaciones analíticas leves de TSH, no mantenidas ni comprobadas y en ocasiones debidas a fluctuaciones de la técnica ("síndrome del asterisco"). Criterios de comenzar el tratamiento serían al menos dos de los siguientes hechos: TSH > 10 μU/ml, anticuerpos antiperoxidasa tiroidea positivos, presencia de bocio.

Situaciones especiales en el tratamiento del hipotiroidismo

Hipotiroidismo primario y trastornos por deficiencia de yodo

La causa más frecuente de bocio/alteraciones neurológicas/hipotiroidismo es la carencia o aporte inadecuado de yodo y su erradicación debe de ser prioritaria en programas de salud (Escobar del Rey et al, 1981; Pombo et al, 1998; Morreale de Escobar et al, 2000; Soriguer et al, 2000).

Hipotiroidismo transitorio por exceso de yodo

Los antisépticos yodados y los preparados con yodo producen bloqueo tiroideo (efecto Wolff-Chaikoff) y están contraindicados en la infancia, principalmente en la etapa neonatal. Pueden inducir hipotiroidismo transitorio que precisa igualmente tratamiento urgente. En la tabla 4 (Surks y Sievert, 1995) se indica el contenido de yodo de compuestos evitables en la infancia. En caso de utilizarse, vigilar posibles alteraciones posteriores de la función tiroidea.

Hiperplasia hipofisaria en pacientes con hipotiroidismo primario

El aumento de tamaño de la hipófisis fue descrito en pacientes con hipotiroidismo primario de larga evolución (Bigos et al, 1978). Diagnosticado con pruebas de imagen (radiología, TC craneal, RM), es reversible con tratamiento con L-T4 y no debe inducir, salvo excepcionalmente, a sospechar tumores secretores de TSH (Shimono et al, 1999).

Tiroides lingual de aparición tardía

El tiroides ectópico puede mantener función normal siendo diagnosticado ocasionalmente por aumento de tamaño. Requiere tratamiento quirúrgico si existe una gran masa que obstruye orofaringe y por riesgo de malignización (carcinoma papilar más frecuente). Después de la exéresis se realiza tratamiento hormonal con L-T4 a dosis sustitutivas (Williams et al, 1996).

Hipotiroidismo severo causado por hemangioma

Ocasionalmente los pacientes con hemangiomas pueden presentar en el tejido tumoral hiperactividad de D-III, como ha descrito el grupo de Larsen (Huang et al, 2000). Requieren dosis mayores de L-tiroxina y controles más frecuentes para optimizar el tratamiento.

Hipotiroidismo asociado a pubertad precoz (síndrome de Van Wyk-Grumbach)

Tratamiento: L-T4, y, si precisa, análogos agonistas de GnRH y hormona de crecimiento exógena (Watanabe et al, 1998; Niedziela y Korman, 2001; Rodríguez-Sánchez et al, 2002).

Síndrome de la Antártida

Las alteraciones tiroideas inducidas por el frío polar, con elevación de la TSH plasmática, pueden ser ejemplo de una adaptación fisiológica a la hipotermia, similar al aumento de TSH posparto que experimentan los recién nacidos (Reed et al, 2001). Mejoran con tratamiento hormonal sustitutivo con L-T4.

Síndrome de resistencia a hormonas tiroideas

Objetivo del tratamiento: primum non nocere (Weiss y Refetoff, 1999). En familiares diagnosticados se ha realizado tratamiento de la resistencia hipofisaria a hormonas tiroideas con utilización de TRIAC (ácido 3, 5, 3'-triyodotiroacético) pregestación y después de la semana 20 de embarazo, con feto afecto (Asteria et al, 1999). En síndromes de hiperactividad en niños, han sido descritos tratamientos con L-T3 por resistencia asociada a hormonas tiroideas (Weiss et al, 1997).

Síndrome del paciente enfermo eutiroideo/síndrome de la enfermedad no tiroidea

Caracterizado por cambios en el metabolismo de las hormonas tiroideas en pacientes con enfermedad sistémica no tiroidea. Ocurre en pacientes con enfermedad grave: presentan niveles disminuidos de TSH, posiblemente por el estrés secundario a la enfermedad que eleva los glucocorticoides endógenos y por la producción elevada de citocinas, interleucina-1 y factor de necrosis tumoral (TNF-a). Con cifras de T3 plasmática descendidas y metabolización preferente hacia rT3, por traumatismos, ayuno prolongado, infarto de miocardio, sepsis. Si se mantiene esta situación, disminuyen progresivamente los niveles de T4L, y es conveniente su diagnóstico y tratamiento (De Groot, 1999).

Alternativas terapéuticas empleadas en hipotiroidismo

Tratamiento prenatal del hipotiroidismo congénito

La detección por ecografía de bocio en el feto, en casos de dishormonogénesis, puede mejorar con la administración intraamniótica de L-T4, a dosis de 150 μg/kg fetal estimado (Dudenhausen, 1984). La utilización de TRIAC es también posible (Perrotin et al, 2001).

Tratamiento semanal con L-T4

No aporta ventajas, produce hipertiroxinemia y está absolutamente contraindicado en hipotiroidismo congénito (Grebe et al, 1997). Ha sido descrito retraso mental en un paciente con hipotiroidismo congénito tratado con L-T4 en administración semanal (Rivkees y Hardin, 1994).

Administración parenteral de L-T4

Su utilización es mandatoria en el coma mixedematoso, excepcional en la infancia. En nuestra serie, un 6 % de pacientes con hipotiroidismo primario congénito han requerido tratamiento inicialmente con L-T4 parenteral (vómitos, hipotermia, hipoperfusión), durante 48-72 h. En casos de malabsorción o intolerancia digestiva, los pacientes con hipotiroidismo congénito en la primera infancia, para proteger el desarrollo cerebral, están advertidos sobre la posibilidad de requerir L-T4 parenteral IM/IV. Las dosis empleadas son 80-100 % de las necesarias por vía oral, IM/IV, cada 24 h (Larsen et al, 1998).

Efectos secundarios del tratamiento con L-tiroxina

La hiperdosificación mantenida de L-T4 puede producir hipertiroidismo subclínico inicialmente (analítico) y posteriormente síntomas de hipertiroidismo (tirotoxicosis) (Rodríguez Arnao, 2000). En edades comprendidas entre 8-13 años y raramente en la primera infancia, se ha descrito la presentación de pseudotumor cerebri después de iniciado el tratamiento con L-tiroxina que precisa tratamiento con dexametasona y acetazolamida (Van Dop et al, 1983; Raghavan et al, 1997). El tratamiento hormonal sustitutivo con L-T4 no altera la masa ósea (Greenspan y Greenspan, 1999).

Interacciones fármacos/función tiroidea

En la tabla 5 se resumen las interacciones a nivel del eje hipotálamo-hipófiso-tiroideo de diferentes fármacos, que pueden requerir modificaciones de las dosis terapéuticas de L-T4 (Surks y Sievert, 1995; Dong, 2000; Laji et al, 2001; Utiger, 2001).

¿Malabsorción de L-T4?

Los valores elevados mantenidos de TSH durante el tratamiento con L-T4, asociados o no a hipotiroxinemia, conducen a descartar como causa primera la negligencia en el cumplimiento de la terapia, muy frecuente en pacientes en edad puberal por no aceptación de enfermedad crónica (Payer et al, 2000). En la primera infancia, descartar malabsorción de L-T4 en gastroenteritis mantenidas, síndromes malabsortivos asociados o infecciones por Giardia lamblia (Seppel et al, 1996).

El efecto de L-T4 puede variar con la diferente biodisponibilidad del preparado por formulaciones distintas de sus componentes (Perán et al, 1997; Perán Mesa et al, 1997) o incluso por almacenamiento incorrecto (Dong et al, 1997).

Hipotiroidismo y gestación

La tiroxina materna atraviesa la placenta (Vulsma et al, 1989; Morreale de Escobar y Escobar del Rey, 2002) y es necesaria para el desarrollo del cerebro fetal hasta el funcionamiento de su glándula tiroides. En fetos hipotiroideos es necesaria durante todo el embarazo. La hipotiroxinemia materna debe diagnosticarse (T4L plasmática) desde fases iniciales de la gestación, prevenirse manteniendo los tratamientos con L-T4 en mujeres hipotiroideas en edad fértil y optimizando las dosis (generalmente requieren un aumento del 30 %) en el embarazo (Glinoer et al, 1991; Burrow y Fisher, 1994; Burrow, 1997; Glinoer, 1997) para evitar alteraciones neuropsicológicas en los hijos (Haddow et al, 1999; Smallridge y Ladenson, 2001).

Prematuridad

La función tiroidea en prematuros ha sido objetos de numerosos estudios en los últimos años (Ares et al, 1997; Biswas et al, 2002). La hipotiroxinemia del prematuro, antes considerada fisiológica, se ha asociado a mayor riesgo de espasticidad y daño cerebral (Leviton et al, 1999) y predice la disminución de las habilidades motoras y cognitivas posteriores (Ishaik et al, 2000). Actualmente estudios multicéntricos proponen la optimización de la función tiroidea en el prematuro con tratamientos con L-T4/T3 y aporte adecuado de yodo (Ares et al, 1997; Van Wassenaer et al, 1997; 2000) aunque es preciso definir los posibles riesgos/beneficios en esta nueva indicación terapéutica (Rapaport et al, 2001).


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