La resistencia a los antibióticos supone una de las prioridades mundiales en salud ya que la OMS prevé que las infecciones multirresistentes serán la primera causa de muerte en 2050, superando a las enfermedades cardíacas y el cáncer1,2. Una de las medidas prioritarias en nuestro país recogidas en el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN)3 y en la Acción Conjunta Europea sobre las Resistencias Antimicrobianas e Infecciones Asociadas a la Asistencia Sanitaria es el desarrollo de Programas de Optimización de Uso de Antimicrobianos (PROA), tanto en el ámbito comunitario como hospitalario4. La puesta en marcha de estos programas en España fue aprobada por las comunidades autónomas en la reunión del Comité de Coordinación de las comunidades autónomas del PRAN celebrada en la sede de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) en el año 20153.
Es conocido que estos fármacos se recetan ampliamente a los niños. Algunos estudios demuestran que aproximadamente el 20% de todas las visitas de pacientes ambulatorios y el 60% de los ingresos resultan en al menos una prescripción de estos medicamentos. A pesar de la abrumadora evidencia que respalda los beneficios de los PROA para optimizar el uso de antibióticos en los hospitales de adultos, los datos en entornos pediátricos son más limitados5.
Con objeto de analizar la adecuación de los tratamientos antibióticos a las guías clínicas en nuestro medio, y los puntos de mejora según los PROA, elegimos como ejemplo una patología frecuente, la adenitis cervical (inflamación de los ganglios linfáticos), que en ocasiones precisa ingreso y manejo intrahospitalario. La causa principal de adenitis cervical aguda infantil es la infección por Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes (80%)6.
Se realizó un estudio descriptivo retrospectivo de todos los pacientes menores de 18 años ingresados en un hospital terciario de Madrid con diagnóstico de adenitis cervical entre enero de 2017 y diciembre de 2020. Se excluyeron aquellos con enfermedades oncohematológicas, inmunodeficiencias y aquellos sometidos a tratamiento inmunosupresor crónico. Se incluyeron 62 niños, con mediana de edad 1,85 años (RIC: 1,14-3,82) y relación hombre: mujer de 2:1,1. En 43 (69,4%) pacientes no se encontró foco evidente, 19 (30,7%) tenían alguna infección concomitante del área ORL, y 2 (3,2%) foco odontogénico. El 85% presentaban afectación ganglionar unilateral con una media de 3,4±2,5 días de evolución. Previo al ingreso, 49 niños habían recibido tratamiento antibiótico oral: 38 (77,5%) amoxicilina-clavulánico, 5 (10,20%) penicilina/amoxicilina y 5 (10,2%) cefadroxilo. Durante el ingreso todos recibieron tratamiento intravenoso: 47 (76,7%) amoxicilina-clavulánico, 7 (11,4%) cloxacilina, y el 12% restante ceftriaxona, cloxacilina más cefotaxima y cefotaxima más clindamicina. Se realizó estudio microbiológico en el 80% de los ingresos, mediante hemocultivos y/o cultivos de muestras obtenidas por PAAF o drenaje quirúrgico siendo positivos en 14 niños, 10 de ellos a Staphylococcus aureus, 9 meticilin sensible. Tras la obtención del antibiograma se ajustó tratamiento a uno de menor espectro en 3 pacientes (21,4%).
Amoxicilina-clavulánico, antimicrobiano de amplio espectro, fue el más prescrito para adenitis, a pesar de que las guías clínicas y la evidencia científica recomiendan el uso de fármacos con espectro más reducido, como cefadroxilo oral o cloxicilina intravenosa (excepto si se sospecha origen odontogénico donde se aconseja amoxicilina-clavulánico). En nuestro estudio, según lo descrito anteriormente, encontramos una elección inadecuada del antibiótico prescrito tanto desde atención primaria (ambulatorio) como tras el ingreso en el 85% de los casos. Por lo tanto, solo en el 15% de las situaciones se prescribió correctamente por parte de los facultativos, utilizando cefadroxilo oral y cloxacilina intravenosa (salvo adenitis de origen odontogénico). A los autores nos ha sorprendido tan elevado índice de actuación inadecuada.
Si bien reconocemos la mayor dificultad de aplicación de los PROA en patologías graves o pacientes inestables, consideramos que no es justificable el uso de antimicrobianos de amplio espectro en patologías comunes como es la adenitis cervical. Otro punto clave que defienden los PROA es la desescalada terapéutica según el resultado de los cultivos y el antibiograma, seleccionando aquellos con menor espectro. Resulta llamativo que solo 3 niños de 14 con cultivo positivo recibieran un tratamiento dirigido una vez conocido el resultado.
Con todo lo anterior, este trabajo sirve como un ejercicio de autocrítica y reflexión en la mejora de la prescripción antibiótica en nuestro hospital. Podemos concluir que en el manejo terapéutico de las adenitis cervicales «no A-PROA-BAMOS». Destacamos la necesidad de mejora en la elección antibiótica empírica y la importancia en la desescalada terapéutica sistematizada de acuerdo con los resultados microbiológicos tanto a nivel hospitalario como comunitario.
Conflicto de interesesLas autoras declaran no tener ningún conflicto de interés.