En primer lugar, nos gustaría felicitar a los autores del trabajo «Somatizaciones en la infancia y en la adolescencia: una guía para comprenderlas mejor»1. Los autores realizan una excelente revisión del tema y nos facilitan una guía completa para su abordaje y tratamiento.
En los últimos meses hemos detectado un aumento significativo en la incidencia de pacientes ingresados en nuestro hospital con este tipo de trastornos y hemos sido más conscientes de las dificultades que esta enfermedad implica tanto en su diagnóstico como tratamiento. En nuestro hospital en el último año se ha duplicado el número de ingresos con este diagnóstico con respecto al año anterior siendo, de todas formas, de tan solo un 1,4% del total de ingresos en el año 2024.
Este tipo de trastornos son difíciles de comprender, y coincidimos en que en muchas ocasiones resultan frustrantes tanto para los profesionales como para las familias. Además, el abordaje, tanto diagnóstico como terapéutico, siempre genera dudas entre los distintos sanitarios que participamos en su manejo2. Suelen ser pacientes altamente frecuentadores tanto en atención primaria, como de consultas de pediatría hospitalaria y servicios de urgencias, siendo su diagnóstico complicado de hacer para el médico y aún más difícil de aceptar para las familias.
Tras la lectura del artículo y haciendo autocrítica hemos identificado varias acciones mejorables como el uso habitual de placebo3. A pesar de que el artículo manifiesta que no es útil, en nuestra experiencia, sí creemos que nos ayudó al apoyo diagnóstico, sobre todo de cara al convencimiento de los familiares de la etiología no orgánica de estos trastornos al constatar una rápida y espectacular mejoría tras su administración. Revisando los estudios al respecto el efecto placebo es mayor cuanto menor es la edad del niño, debido posiblemente a una mayor sugestionabilidad3,4.
Asimismo, hasta llegar al diagnóstico definitivo, probablemente hemos abusado del uso de analgésicos y de la realización de pruebas complementarias, siendo algunas de ellas cruentas. También destacar que, a pesar de la sospecha diagnóstica, en alguno de los casos se ha llegado a requerir ingresos reiterados en la planta de hospitalización a lo largo del proceso, lo cual estaría claramente contraindicado.
Coincidimos que en estos casos es fundamental un enfoque multidisciplinar y contar con el apoyo de psicología y psiquiatría a la hora de planificar su abordaje, seguimiento y tratamiento.
Finalizamos agradeciendo a los autores del artículo la creación de una guía para una mayor comprensión de la enfermedad, la cual estamos seguros nos ayudará en el futuro a un mejor enfoque de este tipo de trastornos que cada vez son más habituales y a cometer menos errores en su manejo.