Los pediatras diagnostican cada día más niños con enfermedades relacionadas con factores ambientales (asma, trastornos neurológicos, malformaciones, cáncer, intoxicaciones, etc.). Además, una de las preocupaciones principales de los padres en las consultas de pediatría son los aspectos medioambientales que rodean la vida de sus hijos, solicitando orientación o consulta sobre síntomas que consideran asociados a estos riesgos. La escasa o nula formación en salud ambiental pediátrica, constituye una de las principales barreras para el desarrollo de estrategias y prácticas de prevención útiles en nuestra consulta diaria. Mientras que en ámbitos extrapediátricos se está debatiendo el futuro de la salud ambiental pediátrica en Europa, y son muchos los actores que toman posición en el escenario (desde químicos, biólogos, epidemiólogos, periodistas, técnicos en salud medioambiental, físicos, médicos generalistas, etc.), lamentablemente, la pediatría todavía permanece ajena a estos movimientos. Es necesario concienciar a los pediatras hacia los retos y oportunidades de esta nueva y emergente área específica de nuestra especialidad 1-3.
El Plan de Acción de la Unión Europea sobre Medio Ambiente y Salud establece la necesidad de crear Unidades Pediátricas Ambientales (UPA) y reconoce la experiencia de los pediatras españoles en la Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica o Pediatric Environmental Health Speciality Unit (PEHSU) del Hospital Infantil Universitario La Fe de Valencia, como ejemplo útil a implementar en nuestro continente. A pesar de ser un campo multidisciplinar dentro del sector biosanitario, los pediatras ocupan un lugar estratégico y privilegiado para vertebrar y liderar las UPA o PEHSU 4-6.
La historia ambiental pediátrica (HAP) es la herramienta de trabajo fundamental de estas unidades. La HAP forma parte de la historia clínica estándar de cada niño. La historia clínica es una herramienta validada desde la época hipocrática como instrumento fundamental para comprender las causas de las enfermedades. Que los aspectos ambientales se hayan relegado durante décadas, no quiere decir que no formen parte de ella. Por todo ello, cuando se habla de salud de los niños y medio ambiente, es necesario que los pediatras reclamemos el liderazgo en esta parcela, en la que por nuestra formación y dedicación adquirimos el deber legal y la obligación moral de vigilar, tutelar y cuidar a uno de los segmentos poblacionales más vulnerables de toda la sociedad ante las agresiones medioambientales 7,8. Evitaremos el deterioro de la salud de los niños y el intrusismo profesional que desde otros sectores intentan sustituir lo insustituible. ¿Ustedes se imaginan haciendo la historia clínica de un niño con asma a un encuestador profesional? ¿O la de un niño con una cardiopatía a un toxicólogo? ¿O a un niño con leucemia un epidemiólogo? ¿O pasando la consulta programada del niño sano a un documentalista?
Por todo ello, debemos implicarnos con mayor entrega, énfasis y entusiasmo en la defensa indisoluble de la salud infantil y de la protección de un medio ambiente saludable.
Desde estas líneas quiero animar a los Jefes de Servicio y Catedráticos de Pediatría en España para que impulsen la creación de Unidades de Pediatría Ambiental en los hospitales infantiles y/o Departamentos de Pediatría de las Facultades de Medicina. Al mismo tiempo que soliciten su inclusión en los respectivos Planes de Salud y Medio Ambiente Autonómicos 6,9-11.
Por último, como prueba del interés de la Asociación Española de Pediatría (AEP) por este tema, me gustaría en esta editorial dar la bienvenida al Comité de Salud Ambiental Pediátrica de la AEP, del cual esperamos ayude a desarrollar un plan integral para la formación de los pediatras en Salud Medioambiental y a incrementar el número de residentes de pediatría formados en la salud infantil y el medio ambiente.
Es la respuesta que tenemos que dar a los miles de niños amenazados ambientalmente, que en España nos están mirando y señalando con el dedo. ¿Dónde están nuestros pediatras?