En los pacientes pediátricos los traumatismos inguinoescrotales contusos (TIEC) son poco frecuentes y a menudo se consideran leves, debido a su presentación inespecífica, al buen estado general habitual del paciente y a la ausencia de signos clínicos evidentes de lesiones subyacentes graves. Sin embargo, ciertos mecanismos lesionales —en particular los impactos directos del manillar de la bicicleta o las agresiones físicas— pueden provocar lesiones internas importantes. Aunque la mayoría de los casos se presentan inicialmente con dolor e inflamación localizados, estos traumatismos pueden asociar lesiones vasculares1,2, defectos fasciales3 o compromiso o dislocación testiculares4,5, pudiendo pasar desapercibidos en ausencia de un elevado índice de sospecha clínica. Aunque la literatura existente es escasa, sí se han descrito previamente estas lesiones1-5. Dado que el cuerpo de evidencia disponible se apoya fundamentalmente en casos clínicos aislados y en series de casos reducidas, aún no se conocen bien la incidencia y la relevancia clínica de estas lesiones. No obstante, el TIEC, a pesar de su apariencia benigna, puede estar asociado a mecanismos de alta energía, como los impactos con manillares de bicicleta, por lo que requiere una evaluación clínica minuciosa. Presentamos una serie de cinco casos pediátricos de TIEC, evidenciando la variabilidad clínica, diagnóstica, terapéutica y pronóstica de este tipo de lesión.
Cinco pacientes varones fueron tratados por TIEC en el servicio de urgencias pediátricas de un hospital terciario durante un periodo de dos años (tabla 1, fig. 1). La mediana de edad (rango) fue de 11 (10-13) años. Cuatro lesiones se debieron al impacto con el manillar de una bicicleta y una fue secundaria a una patada directa en el escroto fruto de una agresión física.
Resumen de casos de trauma inguinoescrotal pediátrico
Caso | Sexo y edad | Mecanismo de la lesión | Lado | Exploración física | Imágenes y hallazgos | Tratamiento | Resultado |
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1 | Varón de 11 años | MB | Derecho | HA con sangrado venoso | Eco: sin lesión vascular demostrada (exploración ecográfica limitada por presencia de herida) | EQ: Sección de una rama tributaria de la vena safena mayor: ligadura y reparación primaria | RF |
2 | Varón de 12 años | MB | Izquierdo | Hematoma inguinal izquierdo de gran tamaño (10 × 7 cm); disminución del pulso femoral izquierdo | Eco: hematoma inguinal desplazando los vasos femorales; sin lesión vascular o testicular | Tto. cons. | RF |
3 | Varón de 10 años | MB | Derecho | HA; testículo no palpable en exploración de escroto | − | EQ: Dislocación testicular derecha; reducción y reparación primaria por planos | RF |
4 | Varón de 13 años | MB | Derecho | Hematoma fluctuante en la fosa ilíaca derecha; estable; sin DA/IP | Eco+TC: hernia de Spiegel traumática, trombosis de vasos epigástricos inferiores | Tto. cons. | RF (repermeabilización vascular y cierre espontáneo del defecto fascial tras 1 año de seguimiento) |
5 | Varón de 10 años | Agresión física (patada directa en el escroto) | Izquierdo | Edema severo, dolor testicular izquierdo intenso; reflejo cremastérico dudoso | Eco: testículo izquierdo heterogéneo sin flujo vascular detectable, sugestivo de isquemia | Tto. cons. | Progresión a atrofia testicular |
DA: defensa abdominal; Eco: ecografía; EQ: exploración quirúrgica; HA: herida abierta; IP: irritación peritoneal; MB: manillar de bicicleta; RF: recuperación favorable; TC: tomografía computarizada; Tto. cons.: tratamiento conservador.
Imágenes clínicas y radiológicas de los pacientes reportados. Panel superior izquierdo: hallazgos de la exploración física del caso 1. Panel superior derecho: imagen intraoperatoria del caso 1. Se aprecia una transección completa de la musculatura, identificándose en profundidad una estructura venosa de gran calibre con dirección craneocaudal. Por su trayecto y relaciones topográficas, se identificó como la vena safena mayor, próxima a la unión safeno-femoral. El sangrado se originaba en una rama tributaria de dicha vena, ya ligada en el momento de la fotografía (flecha blanca). Panel central izquierdo: ecografía inicial del caso 2, que muestra un extenso hematoma inguinoescrotal (asterisco blanco). Panel central derecho: hallazgos de la exploración física inicial del caso 3, evidenciando una dislocación testicular traumática. Panel inferior izquierdo: ecografía diagnóstica del caso 5. El testículo izquierdo presenta marcada alteración de la ecogenicidad parenquimatosa y ausencia de flujo Doppler, con hidrocele moderado asociado. Panel inferior derecho: ecografía testicular de control del caso 5 (un año tras el traumatismo), que revela atrofia testicular severa, con pérdida del patrón ecográfico habitual y marcada reducción volumétrica (11,6 × 4,3 mm).
En la exploración física inicial, los cinco pacientes presentaban dolor localizado, sin signos sistémicos de alarma; todos se encontraban hemodinámicamente estables. Dos pacientes presentaban soluciones de continuidad en la región inguinal. En uno de dichos casos (caso 1), la exploración evidenció sangrado venoso activo (controlado con compresión), y en otro (caso 3), una dislocación testicular traumática.
En relación con los estudios radiológicos solicitados, en cuatro pacientes se realizó una ecografía inguinoescrotal (ECO) como prueba de imagen inicial. En uno de ellos (caso 4) se amplió el estudio con una tomografía computarizada (TC) abdominopélvica por sospecha de lesión vascular. En un paciente (dislocación testicular traumática) no se solicitaron estudios de imagen. Los hallazgos radiológicos incluyeron una hernia de Spiegel traumática con trombosis de los vasos epigástricos inferiores (caso 4), un testículo izquierdo heterogéneo con ausencia de flujo vascular sugestivo de isquemia (caso 5) y tres hematomas locales —inguinales (casos 2 y 4) o escrotales (caso 5)—. En uno de estos pacientes (caso 2), el hematoma produjo un desplazamiento del eje vascular femoral, aunque con permeabilidad conservada. En el paciente con sangrado venoso agudo (caso 1), la ecografía no permitió una identificación concluyente de la lesión vascular; sin embargo, este hallazgo debe interpretarse en el contexto de un estudio limitado por la imposibilidad de colocar el transductor sobre la herida abierta.
En dos pacientes (casos 1 y 3) se realizó una exploración quirúrgica urgente. En el primero se identificó una rama venosa seccionada (probable tributaria de la vena safena mayor) que se ligó, realizándose posteriormente una reparación primaria por planos de la lesión. En el otro paciente (caso 3) se redujo con éxito la dislocación testicular traumática y se efectuó una reparación primaria por planos de la región inguinoescrotal. El manejo de los tres pacientes restantes fue conservador.
La evolución clínica fue favorable en cuatro pacientes. El paciente con hernia de Spiegel traumática (caso 4) presentó resolución clínica y radiológica espontánea de la hernia tras un año de seguimiento. Este hecho, aunque poco descrito en la literatura médica, ha sido previamente documentado en el contexto de hernias de Spiegel traumáticas6. Adicionalmente, la ecografía demostró la repermeabilización total de los vasos epigástricos inferiores. En el paciente de la agresión (caso 5), el cuadro progresó a una atrofia testicular izquierda completa.
En niños, los TIEC se subestiman con frecuencia debido a su presentación externa aparentemente benigna. No obstante, la presente serie de casos subraya que estos traumatismos pueden asociar patología subyacente significativa, aun en ausencia de signos de alarma externos. A pesar de la limitada evidencia científica existente, consideramos que en estos pacientes se debe tener un alto índice de sospecha clínica de lesiones subyacentes y un bajo umbral para la solicitud de estudios radiológicos complementarios.
Los casos reportados en la literatura confirman que el traumatismo con manillar de bicicleta es un mecanismo lesional asociado a lesiones vasculares, defectos fasciales traumáticos y dislocación testicular. Aunque los pacientes con TIEC pueden presentar hematomas simples sin patología subyacente, la posible coexistencia de lesiones que pueden requerir manejo quirúrgico urgente justifica su evaluación sistemática, especialmente en casos de mecanismos lesionales de alto riesgo, de dolor desproporcionado o de alteraciones específicas durante el examen físico (por ejemplo, sangrado venoso activo o disminución de pulsos femorales). Signos específicos, como el signo de Brockman (presencia de un hemiescroto vacío con un testículo ipsilateral palpable en la región inguinal o púbica), pueden facilitar la identificación precoz de hallazgos subyacentes como la dislocación testicular traumática, por lo que su reconocimiento es fundamental. En los casos de traumatismos relacionados con agresiones físicas, resulta imprescindible una documentación exhaustiva, así como la emisión de un parte de lesiones, debido a sus implicaciones médico-legales.
Por último, los facultativos deben ser conscientes de que, si bien la mayoría de las lesiones inguinoescrotales se resuelven favorablemente, también pueden asociar secuelas como la atrofia testicular, con implicaciones relevantes para la salud endocrina y reproductiva a largo plazo. La identificación precoz y el seguimiento estrecho son fundamentales para detectar dichos riesgos.
En conclusión, los TIEC pediátricos pueden asociar lesiones graves que no siempre son evidentes en la exploración física inicial. Bajo un TIEC pueden ocultarse lesiones críticas, por lo que los médicos de urgencias deben mantener una alta sospecha clínica para la realización de pruebas de imagen y la eventual interconsulta a servicios de Cirugía Pediátrica.