Recientemente se ha publicado el editorial «Experiencias adversas en la infancia (EAI): ¿la base del iceberg del sufrimiento emocional de la población infantil y adolescente?»1, en el cual se expone la hipótesis fisiológica, se aporta su clasificación y se describen sus múltiples efectos en la infancia, concluyendo que «las EAI son un factor de riesgo evitable, y requiere una respuesta del sistema sanitario desde 2 marcos de intervención complementarios: el marco del estrés tóxico (…) y el marco de la salud relacional, que define la solución».
Es de gran relevancia el objeto de esta publicación, dado que desvía el foco de la mirada de la enfermedad desde el paradigma biomédico, a los determinantes de la salud; o al menos, lo hace parcialmente, como más adelante se expone.
«La vida es la infancia, y lo demás son anexos». Pocas frases definen tan bien la importancia de la infancia sobre nuestras vidas, y sobre la salud, como esta cita que recordaba un célebre diputado salubrista2; y es que, como se explica en el editorial, todo lo que ocurre durante los primeros años de nuestras vidas tiene un gran impacto en nuestra salud, y en el resto de dimensiones de nuestro desarrollo. Las EAI clasificadas en las categorías de abuso y negligencia, disfunción familiar, entorno social y otras experiencias, están muy relacionadas entre sí y, a menudo, unas EAI pueden provocar o estar asociadas a otras, como por ejemplo, el bajo nivel socioeconómico, la exclusión social, la inseguridad en el barrio, el abuso de sustancias tóxicas en la familia o los diferentes tipos de violencia. Dada la diversidad de experiencias y los diferentes grados y momentos de incidencia sobre la infancia de cada una de ellas, resultaría complejo demostrar, con la evidencia científica existente, que todas ellas desembocan en el mismo desequilibrio neurohormonal o de sustancias tóxicas.
Las EAI no son la base del iceberg, sino que son consecuencias de los determinantes de la salud3 (fig. 1) y del modelo de determinantes sociales y desigualdades en salud4 (fig. 2). Su marco teórico se encuentra en el origen de los acontecimientos del río de la vida, «mirando río arriba», hacia las causas de las causas, donde son los factores sociales, económicos, ambientales y biológicos los que influyen en la salud de los individuos y las poblaciones, como, por ejemplo, el nivel socioeconómico, la educación, el empleo, la vivienda, el acceso a servicios de salud y las condiciones laborales, entre otros. Estos son los factores que determinan las experiencias adversas en general y que requieren, no solo de la respuesta del sistema sanitario, sino de políticas públicas que eviten las desigualdades en salud.
Modelo de determinantes de la salud de la Organización Panamericana de la Salud.
Fuente: Elaborada por la OPS/OMS3.
Marco conceptual de los determinantes sociales de la salud y las desigualdades en salud.
Fuente: Elaborada por la Comisión para reducir las desigualdades sociales en salud en España4 (basado en el modelo de Solar e Irwin).
Decía Rudolf Virchow que «la medicina es una ciencia social y, la política, medicina a gran escala». Por ello, es importante hacer medicina a gran escala, pasando consulta mirando a la calle sin usar exclusivamente las gafas del paradigma biomédico, para reconocer, sensibilizar y luchar contra las causas de las EAI.